Mara

Había abandonado la costumbre de quererte el gozo imperceptible de decirte el sortilegio la sensación tibia de templar tu piel con mis dedos.

Me había vuelto indolente, como un hipopótamo en medio del Mara.

Después vino la tormenta tu huida y engarzado en el collar de las desgracias el silencio.

Había abandonado la costumbre de quererte ahora que no estás no sé, no sé, quizá un esfuerzo un último intento te hubiera reconciliado hubiera abierto la tierra bajo tus pies pequeños y te hubiera obligado a mirar mis ojos sobresaliendo en la línea del agua asustado entristecido.

Luego me hundí para no verte. Hipopótamo


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