La vida sigue

El mundo, la vida tiene un ruido de fondo. Los radioaficionados lo llaman la portadora, los buscadores de otros mundos rastrean el cosmos con potentes antenas buscando el ruido de las estrellas y los estadounidenses no conciben una buena película sin que detrás oigamos de forma imperceptible una banda sonora. Es verdad que ese sonido, ese ruido en muchos casos no es igual para todos y no es igual en cualquier circunstancia, pero lo que he aprendido es que siempre suena algo. El ser humano ha alcanzado un cierto grado de complejidad a partir de discriminar lo que le resulta relevante de lo que no tiene interés y de otras muchas cosas, pero para esta disgresión me interesa este aspecto de la evolución. Así, sin querer, o quizá queriéndolo de forma inconsciente, el ser humano tiene sentidos que se modulan para sentir de forma que el todo no moleste a lo que interesa. El oído humano funciona así, se acostumbra al ruido de fondo, descuenta la portadora, nos vuelve parcialmente sordos de manera que a veces solo somos conscientes del sonido cuando desaparece. Apagamos el ordenador y nos damos cuenta del estruendo incesante de la máquina. O por ejemplo hoy. Nieva y la banda sonora de la vida se detiene hasta que el sol sale y empieza el deshielo. Andante. La vida sigue.


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