Faena aseada

Esplá siempre ha sido considerado un torero pulcro, de los que son capaces de sacar adelante una corrida con el oficio. Cuentan que difícilmente se podría ver una tarde de este torero en la que la emoción, el concepto de «arte» que los taurinos ven, fuese el plato fuerte. De la misma manera en las catedrales convivían en su factura a más de masones y especialistas en lo estructural, artistas y artesanos, estos últimos generalmente olvidados por mor de las grandes estrellas de la época. Hay una forma de hacer las cosas de oficio que no emociona o que solo lo hace con la consideración del esfuerzo que lleva y no como lo que encierra de sorprendente, de atrevido, de trasgresor, y como dijo el poeta, nadie peor que un sepulturero para enterrar a un muerto.

Leo no sé donde, y es normal, porque desde hace tiempo me importa menos la fuente que el tema, que hay mucha afición por ser escritor, que los talleres de escritura crecen como setas en un otoño cálido y húmedo y que las editoriales se hartan de leer maquetas-manuscritos de noveles con ganas de hacerse hueco. Hace muchos años, cuando estaba en el instituto intenté, mejor dicho, envié un poemario a algunas editoriales por ver si la cosa tenía futuro, así que esta parte la entiendo mejor, aunque solo sea por haberla vivido en mis carnes (Aprovecho para enviar un besazo al más puro estilo televisivo, a mi profesora de literatura con la que tanto leí). La que no termino de entender es la de los talleres, si bien es verdad que leyendo algunas de las novelas que nos da la industria española, incluso la de los grandes premios, me temo que es la razón de que se publiquen tantas faenas aseadas, de oficio.


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