Algunos poetas

Aquellos reyes magos me he regalé un libro de Caballero Bonald. «Somos el tiempo que nos queda». María prefirió a Nicolás Guillen, Raquel a Umberto Eco y Serguey se decantó, como no, por su amado Ibañez. Está bien esto de hacerse los reyes en familia, a tiro hecho y a quemarropa.

El título es muy sugerente y además el libro incluye el manual de infractores que es el que buscaba y que espero poder leer en breve. Me quedé con ganas de León Felipe, pero las malditas librerías modernas, tan pomposas como FNAC no tienen ni un solo título del poeta. Ahora tengo que tener cuidado con el librillo que tengo de él y que de tan releído está roto, casi deshojado, hasta que consiga nuevos ejemplares. ¡Qué vergüenza de país que olvida a sus poetas!

Entre la explicación científica de las cuerdas íntimas de la materia, la fusión de la cuántica y la general y en frente el pulso sublime de un poema encastrado, sutil, austero, me quedo con esto último, y nada me parece que me pudiera explicar mejor lo que me pregunto que un verso.

En otro tiempo aspiré a escribir como ellos, a ser capaz. Ahora me conformo con estos fragmentos epistolares en la red, y no es poco; pero cuando les leo, les releo, les disfruto… entonces siento la más absoluta de las envidias.

Os dejo apenas un trozo de un poema que me inspira sobre todo, pensando en que se escribió cuando yo nacía.

Un libro , un vaso, nada

Todas las noches dejo

mi soledad entre los libros, abro

la puerta a los oráculos

quemo mi alma con el fuego

del salmista.

Qué contraria

voluntad de peligro me desvela,

quiebra la vigilante

sed de vivir de mi palabra.

(Cabellero Bonald 1959)


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