Algunas posibilidades

Realmente debió ser la lectura de aquel anuncio de Andie MacDowel pidiendo, ¡que digo! exigiendo «¡Sé firme contra tus arrugas»! lo que acabó por desencajar a Ángela definitivamente. Aun fue más desolador comprobar que la MacDowell tenía 47 años, según rezaba en el propio anuncio, los mismos, exactamente los mismos que tenía Ángela y que sin embargo lucía una sonrisa perfecta en medio de un rostro que podía ser la envidia de mujeres mucho más jóvenes. Ángela pensó que se había equivocado absolutamente, no en parte o en algunos temas como el matrimonio o en no terminar sus estudios. La sensación era de fracaso total sin paliativos y por un instante creyó que todo aquel derrumbamiento podía haberse evitado si hubiese sido firme a tiempo contra sus arrugas. Esta es la tesis principal entre quienes estaban más cerca de ella, aunque otros menos allegados creían que haber sufrido un atraco en el cajero de la Bilbao Bizkaia Kutxa de Modesto Lafuente, justo una semana después de que al subir cargada de bolsas de Mercadona los cuatro pisos de su casa comprobara con lógica desolación que algún desalmado, muy posiblemente extranjero, le había desvalijado su modesto piso, daban una explicación más plausible a todo el torbellino que se desató días más tarde. Yo me inclino por pensar que un cóctel letal de genética errónea y desequilibrio hormonal fueron las raíces que se hundieron como un Titánic del alma en el centro del comportamiento de Ángela. Finalmente tanto da, Andie, la inseguridad o un predeterminado destino mortal provocaron el cambio más profundo y radical que todos cuantos la conocimos hubiéramos sido capaces de pronosticar y aquél 6 de octubre de 2002, en alguna parte, de manera silenciosa, ocurrió y nada, nadie volveríamos a ser iguales.


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