A los sesenta

Pasar a los cuarenta no me costó tanto, de verdad, les debía tener más miedo, ya sabes las cosas que se dicen, la falta de empuje, dejar de resultar atractivo. Creo que esa es la razón de que lo de los sesenta si que haya sido un uppercut de los que te llevan a la lona. Ahora ando sonado, pasando los días e intentando ver si mi enemigo está cerca o lejos.

En casa de Pili, en Londres, donde gracias a su amabilidad hace años pasamos unos días, tenía un libro sobre el tema. El título decía algo así como «Doctor, tengo 50 años, ¿que me pasa?» y claro, lo ojeé, pero volcaba los problemas hacia los cambios en las hormonas, la pérdida de ciertas sustancias. Sin valor culinario, como muchas especies de setas. La cuestión parece más delicada y quizá tenga que ver con aquello que le oí a Eduard Punset en una interesante conferencia en Barcelona, sobre el diseño humano, que calculaba nuestra vida hasta los treinta y tantos como mucho y que ahora se encuentra con individuos que están «fuera de los límites esperados», individuos para los que este tiempo de descuento la vida no tenía previsto nada.

La cuestión es que me asalta una sensación que se parece a la falta de interés.

Eso y que de vez en cuando me entero, como a mi llegada a Inverness hace un tiempo, que mi compañero de pupitre, Javier ha fallecido. Me lo dijo Álvaro a través de Faceebook y me dejó como si al uppercut anterior le hubiese sumado un crochet directo a los riñones. Complicaciones. Luego la conexión a Internet también se fastidió y no pude quedar con Álvaro a hablar de nuestro amigo común en algún pub de Londres.

Espero ansioso la campana, escupir el protector y que una mano amiga me libere de la presión del elástico de mi calzón. Que no me me deje knockout, esa es la obsesión

¿En qué asalto estamos?

Estoy organizando mi ropa de invierno Y deseando estar de camino a casa donde los inviernos neoyorquinos no me sangren dirigiéndome de camino a casa

En el ring permanece un boxeador, un luchador profesional y lleva los recuerdos de cada guante que le tumbó y le cortó hasta que gritó de ira y vergüenza

“Me voy, me voy, pero el luchador aún permanece”

The Boxer (Simon & Garfunkel) 1960


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