Un sofá es algo más que un sitio donde sentarse

Este es un microrrelato que envíe hace años a un concurso organizado por Fama sofás, que tenía por título el que le he dado a esta entrada. Esta versión es menos edulcorada que la que envíe al concurso.

Llego a casa tras un duro día de trabajo con la necesidad imperiosa de evadir mi mente del día que he tenido. Cuelgo mi traje en el armario y me pongo el chándal de táctel de mi época de estudiante, que de tan viejo tiene todos los puños raídos, pero cómo me gusta, es tan cómodo y confortable... Voy a la cocina donde pongo agua a calentar para prepararme un té negro, mientras lo preparo apago el móvil, desconecto el teléfono de casa y le echo agua y comida a Sapiens. ¿Dónde se habrá metido ese gato? Cojo el té y me voy al salón a tumbarme en el sofá. Un sofá que de tanto usarlo ha cogido ya la forma de mi cuerpo. Un sofá que me arropa y me protege. Me tapo con la manta, doy un sorbo al té, cojo un libro y comienzo a leer para permitir que mi mente viaje a otros mundos y a otras épocas, un viaje de aventuras y emociones, un viaje… en fin, un viaje vivido desde la comodidad de mi sofá. Pero falta alguien… En ese momento noto las garras de Sapiens clavándose en mi espalda, salto del sofá, tirándome el té hirviendo por encima. Puto gato, le digo mientras me siento en una silla, escaldado y con la espalda ensangrentada. Sapiens me mira sonriente desde el sofá. Siempre se me olvida que él es el dueño y señor de esta casa.


#Relatos


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Lechuza apoyada sobre una estilográfica rodeada por una corona de olivo.