Buceo y ansiedad
Estaba pensando hoy que qué curioso que alguien con una ansiedad tan descontrolada y en general tan miedoso ante cualquier incertidumbre haya terminado disfrutando tando del buceo.
Y me he dado cuenta de dos cosas.
La primera es que no es tan sencillo. Cuando hice mi primer curso de buceo me dio un ataque de ansiedad directamente en la primera inmersión de aguas confinadas (que consiste básicamente en poco más que en meter la cabeza debajo del agua en una playa y respirar por el regulador). Huí, literalmente. Me volví a Madrid sin terminar el curso. Luego conseguí hacer otro curso con gente que supo lidiar con mis miedos, pero es otra historia.
La segunda y más importante es que me he dado cuenta de que el buceo es una actividad ansiosa por su propia naturaleza. Buena parte de los protocolos de buceo consisten en pensar qué puede salir mal con catastróficos resultados y saber qué hacer llegado el caso. ¿Y si se me rompe el regulador mientras buceo? Lo llevas duplicado. ¿Y si el duplicado también se rompe? Se bucea siempre con un compañero que también lo lleva duplicado. ¿Y si he acumulado demasiado nitrógeno y me da una embolia? Vamos a hacer paradas de seguridad para eliminarlo. ¿Y si me quedo enganchado en un alga? Para eso está el cuchillo. ¿Y si de repente tengo que emerger en medio de la nada y los barcos no me ven? LLevas una boya de emergencia. ¿Y si al emerger no me queda aire y no tengo flotabilidad en el chaleco? Lo puedes llenar a pulmón. ¿Y si hay muchas olas y me cuesta respirar? Saca el snorkel.
Al final que una actividad esté tan construida alrededor de todo lo que puede salir mal paradójicamente hace que resulte tolerable para alguien tan miedoso como yo. Ojo, cada vez que me sumerjo siento un respeto primo hermano del miedo. Pero llevadero.
No tengo pruebas pero tampoco dudas de que el buceo lo diseñaron personas profundamente ansiosas.
Afortunadamente.
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