Empatía, qué es eso
Esta es una de esas ideas que llevas pensando en escribir y nunca encuentras el momento. Aprovechando que el chiquillo está con un poco de fiebre y durmiendo regular, voy a elaborarla un poco aquí. Ya la pasaré a mi diario más adelante. Por otro lado esto no me atrevo a escribirlo en inglés, como hago con otros temas en mi web, porque directamente me da vergüenza.
El caso es que cruzo a diario un par de semáforos con el crío de camino al cole. Los dos son en calles céntricas con gente que va o viene del trabajo, turistas, gente que va a comprar al mercado, etc. A la vuelta obviamente los cruzo sólo (aunque a menudo cargando un patinete).
Si voy con el crío hay gente que se corta de cruzar con el semáforo en rojo para peatones, no muchos. Alguno hace el ademán de cruzar, ven al crío y se lo vuelven a pensar. Entiendo que les da algo de reparo cometer esa pequeña temeridad delante de un menor. Hasta aquí todo bien, gracias vecino.
La cantidad de padres que veo cruzando en rojo con sus hijos mejor ni la menciono porque me pongo malo.
Bernat cada vez es más descarado y no se corta en señalar a los que cruzan mal y yo lo animo a que lo haga. Es más, agunas veces suelto esta coletilla porque me cabrea mucho:
Bernat tú no puedes cruzar en rojo porque no quiero que te atropelle un coche. Yo ya le di ese disgusto a mi padre y tú no me lo vas a dar.
Un paso más allá en este tema es cuando voy sin él. Obviamente ahí la mayoría de la gente ya pasa de todo y cruzan cuando quieren.
Yo me niego a hacerlo.
Y ya estoy llegando al punto del título de la entrada. No cruzo no porque tenga miedo o porque crea que me van a multar. Principalmente no cruzo porque no sé quién puede estar viéndome y eso incluye a críos o vete a saber quién y no quiero ser partícipe de dar el ejemplo de no respetar unas mínimas normas de seguridad.
Vamos que le doy más importancia a entender que vivo rodeado de gente a las prisas que tenga por llegar a donde sea. Porque nunca sabes quién te puede ver en la esquina, o en una ventana, o pasando en un autobús.
Que sí, que seguramente me estoy flipando y no es para tanto. Pero por otro lado pienso en el disgusto que le di a mi madre y mi padre cuando con nueve años me atropelló un coche (por suerte no fue grave) y me cago en los pantalones muy fuerte.