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Si ella dice 'Me duele el codo', es que va a llover.

No importa que Brasero, Maldonado, Picazo o Piquero señalen al anticiclón; no importa que el sol luzca sobre tu comunidad; tampoco importa que la humedad relativa sea igual a cero: si su codo se resiente, lluvia en el ambiente.

La precognición del codo de Paula comenzó tras un accidente de moto en una rotonda cerca de su casa cuando contaba con dieciséis y pelo afro. La gravilla de una obra cercana hizo deslizar la rueda delantera de su scooter y ella cayó a plomo, amortiguando todo el peso con su codo izquierdo.

La bomber Alpha no fue suficiente medida de protección, así que el codo se partió por varios puntos y tuvo que ser ensartado de urgencia, inmovilizado durante varias semanas e invitado a una rehabilitación incómoda y dolorosa consistente, entre otras medidas, en colgarse sacos, botellas y libros de la mano para obligarlo a ceder algunos milímetros diarios y así recuperar la máxima movilidad posible.

A pesar de que los libros que se colgaba no eran de meteorología, la sapiencia de Codi —apodado cariñosamente—, se hacía patente casi sin que Paula fuera consciente. Las lluvias imprevistas tenían un aliado en ella y era capaz de preverlas con un acierto de prácticamente el 100%.

Ese barrunto climatológico (así es como se le conoce en ciencia) no cesó una vez su codo pudo ser excarcelado de la escayola y devuelto a la vida cotidiana. Sus premoniciones meteorológicas siguieron presentes haciéndose cada vez mejor predictor de cambio en el ambiente, porque si ella dice 'Me duele el codo', es que va a llover.

Y su pelo ya nunca volvió a ser afro.


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