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Dos luces que titilan como luciérnagas tras el vinilo translúcido que instalaron en su día en la ventana para ganar algo de intimidad.

Las veo cuando levanto hasta el tope la persiana de la habitación para que las noches de verano no acaben deshidratándonos y provocándonos la muerte mientras dormimos. Entra el viento algo más fresco y lo respiramos violentamente, como si viviéramos en constante apnea.

Las luces se mueven despacio, cambian los destellos por otros más brillantes, desaparecen un segundo mientras varía la postura.

Son los teléfonos móviles de mis vecinos. Él, el que tose; ella, la que se revuelve inquieta.

Mis noches de insomnio son las suyas. Las luces no se apagan. Son las doce y siguen revoloteando; son las dos y queda una, ahora en un extremo.

Consigo dormir y, en la fase previa, sólo pienso en que no quiero ser como ellos.


Mis fotos, en Pixelfed. Mis frases cortas, en Mastodon.