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Los que me conocéis sabéis que soy una persona bastante polarizada a la hora de tomar ciertas decisiones. Diría que me cuesta ver los grises.
Quizá todo se deba a un esquema mental anticuado, demasiado rígido o a que —sencillamente— categorizar en dos me resulta más fácil para vivir que abrir el abanico a infinitas posibilidades.
La cirugía estética es una de esas categorías que tengo en el cajón de ni con tu dinero.
Desde siempre, las personas que se hacen tratamientos estéticos o cirugías por complejo me han parecido faltas de autoestima, autoaceptación y equilibrio emocional: si tienes un complejo, trabájalo y acéptalo porque acabar con él a base de bisturí o talonario sólo conseguirá que te focalices en uno nuevo.
La conducta de evitación convertirá tu cara en un moñeco y ya no serás tú sino la imagen de un catálogo de servicios en una clínica. Labios hinchados, pómulos picudos, narices del ancho de un folio, mandíbulas somalíes, dientes de un blanco radiactivo, ojos hundidos en sus cuencas, frentes lisas como el suelo marmóreo, pelo recrecido y ordenado en urbanismo.
¿Qué tipo de personalidad da tanta importancia a un factor estético? Ególatras, acomplejados, personas infantiles instaladass de por vida en el síndrome de Peter Pan que practican la Ley del Mínimo Esfuerzo porque, ¿para qué hacer ejercicio o llevar una dieta saludable si puedo acudir a mi cirujano de confianza a realizarme una abdominoplastia que haga desaparecer todos y cada uno de mis excesos? ¿Por qué aceptar el envejecimiento su puedo auparme en la ola del rejuvenecimiento?.
—He pedido cita en la clínica para ponerme bótox en frente y ojos.
Hostia. No me lo esperaba, sinceramente. Cayó como una losa sobre mi cabeza: ¿mi propia pareja? ¿Qué broma macabra del destino es esta?
Intenté convencerla de que su frente no necesita una toxina que inactive sus músculos, de que dejara de ver putos reels de Instagram con mujeres perfectas rellenas de filtros beauty.
Ella se ancló en el conocido '—Si puedo verme mejor, ¿por qué no hacerlo?' a lo que respondí: '—Pues porque estás eligiendo el camino fácil, cariño'.
Y ahí acabó toda disquisición.
No sé cómo terminará esto.