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Respondes a tu cuñado en la comida familiar con dardos explosivos directos a la línea de flotación. Y te la suda. Se resquebraja la tranquilidad y explota en mil pedazos. Metralla que salpica a todos los comensales que ya no comen paella sino verbos y adjetivos calificativos enterrados y, ahora, resucitados como muertos vivientes en la mesa dominical.

Y no se trata de ser maleducado o pecar de exceso de sinceridad. No se trata de dañar por placer. Es la edad en la que te la suda todo porque tienes el trabajo hecho. Los setenta.

El camino a los setenta es la subida al pico más alto del final de nuestra vida. Subir hasta la cima para poder morir en la caída. Que no haya fallo ni mecanismo de seguridad suficiente para frenarte.

Y que caiga contigo todo lo demás. Al pozo más profundo del me la suda todo.


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