“Ever wide and wild / the wandering path”
Levanto la cabeza del Lay de Sigurd, cuya lectura me ocupa estos días, con su contraste entre los hechos heroicos del Viejo Norte y las arenas cálidas (bueno, estas últimas semanas no tanto) de las Islas Mágicas, y recuerdo que llevo muchas semanas sin contaros nada. ¿Y qué decir?
La temporada de lluvias aquí no ha parado, aunque al menos ya se vuelve a notar el calor. He tenido que reducir mucho mis excursiones, pero por otra parte he podido intensificar las actividades de interior que ya echaba en falta.
La biblioteca ya se va ampliando, por ejemplo, y La Pila, gracias a un increíble esfuerzo de contención (o sea, de no comprar nuevos libros) va bajando. Por daros una idea de las últimas cosas que han caído: dos ensayos que me traje de Bilbao (Malismo, de Mauro Entrialgo, que explica cómo la maldad cada vez se está viendo más como algo positivo en la política; y sólo hay que mirar al otro lado del charco para comprobarlo; y Puto Boomer, de mi admirado Roberto Moso, voz de Zarama, en una especie de autobiografía de los 70-80 en Euskadi), y una selección de cuentos de principios del XX escritos en el “dialecto aldeano” que fue mi área de investigación en mis lejanos tiempos académicos (a los que no descarto volver... ¿en diez años, quizás? Para un elfo no hay prisa); el monográfico sobre la Fe de Tolkien; un libro sobre la lengua extremeña (Yo hablo, ellas cantorin), junto con una de sus obras literarias más conocidas, El miajón de los castúos... Más los libros del club de lectura, como Una trenza de hierba sagrada, apasionante testimonio de una bióloga nativoamericana que nos sugiere cómo la filosofía de esos pueblos nos puede dar una vía de escape a la deriva suicida de nuestra civilización.
Algún videojuego, bastante música (cerré Spotify, por cierto, para cambiarla por un servicio igual de sencillo y potente pero que paga algo más que migajas a los artistas: Tidal), series y pelis (al final vi bastantes de las pelis “oscarizables”, aunque tuve que hacerme asiduo de Isla Tortuga para ello, e igualmente me puse al día con la mayoría de series que tenía desatendidas, además de empezar a introducirme en un mundo largamente postergado, el de la Enterprise y los capitanes Kirk y Picard), y cosas que preparar para la Estelcon de mayo. Y mucha correspondencia sobre el élfico!
Otra cosa que ha avanzado mucho ha sido una relacionada con la salud: tras una veintena de sesiones, más o menos, casi todos mis problemas dentales (algunos de ellos de más de treinta años atrás) están a punto de solucionarse. Esto sí que va a ser un cierre de ciclo, la verdad.
Y algo que creo que no comenté: si bien mi vida social aquí sigue siendo como la de Lúthien en lo alto de Hirilorn (o Rapunzel en su torre, si preferís), he encontrado un resquicio: un club de juegos de mesa, que se reúnen casi todos los fines de semana muy cerquita de mi casa, y que me está permitiendo recuperar mi faceta jueguera. Y yo que pensaba que no había frikis en la isla... ¡Era solo que estaban escondidos!
Y mirando adelante, Semana Santa pasará tranquila (pensé en darme una vuelta por la Península, pero qué difícil nos lo pone Iberia), luego la EC, y enseguida la Bajada Lustral (este año Decenial), ya os hablaré más de ella. Pero viene con conciertos con Los Van Van, Jorge Drexler, Valeria Castro (nuestra gran embajadora palmera), Mestisay (a los que adoro desde mi juventud en el Norte que nadie recuerda, y a quienes aún no he visto)... A ver qué tal!
Y el verano y lo de después es una hoja en blanco, todavía.
Y tengo que decir que me encanta esa sensación.