Llegó marzo y con él un nuevo libro de nuestra editorial: Mito made in USA de Xan Eguía (Vigo 1975). Un texto en el que se indaga sobre el significado de determinados 'mitos' en el imaginario de los Estados Unidos, exportadores de cultura mainstream de forma global y la forma en que estas alegorías nos influyen hoy en día. El cine de Hollywood, series, cómics, literatura pulp… Eguía se vale de estos y otros muchos elementos para recordarnos en un lenguaje certero y directo que “el pensamiento mítico, mágico, está ahí, campando a sus anchas, carcajeándose de quienes lo daban por muerto”.
Si nos referimos a los mitos es casi seguro que nuestro pensamiento se traslade instantáneamente a esas epopeyas lejanas, vinculadas a civilizaciones pasadas, que con poca influencia ya en nuestros días se recogen en libros o trabajos antropológicos. Si nos detenemos un instante, quizá también relacionemos la palabra mito con alguno de los personajes actuales que pueblan nuestras pantallas o llevamos en nuestra memoria, sean estrellas del cine, del deporte o de la música. Su éxito puede ser analizado en base a la popularidad, las ganancias en sus negocios o los hitos profesionales. En la era del conocimiento y la tecnología los mitos parecen quedar relegados al mundo del espectáculo o ser figuras para el recuerdo.
Cuando se analizan los pros y los contras de los avances tecnológicos en relación con cierto tipo de manifestaciones culturales, como la lectura, la música o el cine, se tiende a plantear una búsqueda de ganadores y perdedores como si de un torneo se tratase, sin pararnos demasiado a reflexionar que, más allá de los novedosos dispositivos que puedan ir apareciendo, lo que busca el rodillo del mercado capitalista es crear dependencias, modificando para ello comportamientos. Me explico.
Desde hace bastante tiempo —años— son recurrentes los artículos en blogs y también en revistas que se enfrentan al irresoluble dilema: libros en papel o en formato electrónico (ebook). En general los argumentos utilizados son bastante manidos, recurriendo a los habituales lugares comunes, apegos sentimentales y preferencias personales, sin entrar a valorar cuestiones más objetivas y fundamentales.
A un libro nos podemos acercar, como a una corriente de agua, de dos maneras: braceando en su superficie y dejándonos arrastrar por su corriente o sumergiéndonos en sus profundidades para descubrir lo que no se ve a simple vista. Con la primera nos acercamos al relato en la forma y el estilo que concibió su autor, con la segunda podemos llegar a interpretar el sentido de su escritura, el propósito de una historia que una vez terminada deja de ser suya y comienza a tener vida propia.