Por qué este diario

Llevo tiempo queriendo dedicar tiempo a cosas que antes disfrutaba y para las que desde hace años no encuentro tiempo ni ganas; entre ellas, escribir. Son varios los factores.

Para empezar, mis estudios y trabajos han estado relacionados con la traducción y han consistido en leer y escribir todo el rato con un propósito productivo. La traducción profesional, al final, es escribir para otros —o sea, para que otros ganen más dinero—, y la mayoría de las especializaciones ni siquiera tienen el encanto de poder escribir de manera creativa como en la traducción literaria y la audiovisual. En mis ratos libres, mi cerebro necesitaba descansar y hacer otra cosa que no estuviera relacionado con los idiomas, el lenguaje ni la escritura. O al menos esa excusa me ponía.

Otra razón es que la sociedad capitalista no ayuda precisamente a dedicar suficiente tiempo al descanso y al ocio por razones que ya conocemos. Pero en mi caso, además, recibía constantemente el mensaje de que en mi tiempo libre tenía que seguir siendo un ser productivo, invertir en mí misma como trabajadora: haz cursos, trabaja en proyectos personales que te ayuden a conseguir trabajo o mejores clientes, ve a congresos, haz networking, busca y estudia oportunidades, escribe en un blog profesional que te sirva para publicitar tus servicios, publica chorradas en tus redes sociales profesionales con tal de hacer notar que existes… Y me lo creí.

Por otra parte, el Internet actual ofrece un sinfín de contenidos de entretenimiento. Aunque no me explote a mí misma en mi tiempo libre, si no tengo ganas de ver un videoensayo de una hora, leer un capítulo de un libro o un reportaje de un periódico ni intentar desarrollar una idea que tengo en la cabeza, tengo publicaciones y conversaciones en redes sociales que puedo ventilarme en pocos minutos sin esfuerzo. Te acostumbras a eso y te plantas casi en la treintena con una capacidad de concentración y atención y una tolerancia a la frustración que le daría vergüenza a tu yo de niña. Tengo libros en casa, en la biblioteca e eBiblio, y un procesador de textos y varios cuadernos bonitos; lo que no tengo es la voluntad para hacer algo más difícil que hacer scrolling en Mastodon.

Ahora bien, no puedo echar siempre la culpa a agentes externos. También hay un culpable interno: mi perfeccionismo. Lo que en mi vida laboral sirve para dedicar horas y esfuerzo con tal de que salgan las cosas mejor me quita reforzadores en mi vida personal. Si solo voy a conseguir leer una página de este capítulo antes de dormir, ¿para qué voy a sacar el libro? Si no me salen las palabras exactas o no sé desde el principio cómo enfocar esta idea, ¿para qué voy a escribir para mí? Si solo puedo dedicarle diez minutos, ¿para qué?

¿Que para qué, Dragomana? Para hacer algo que te gusta y punto, hija mía. Que se te ha olvidado que lo importante es el proceso; que necesitas expresarte por el solo hecho de hacerlo, aunque el resultado no sea «bueno» (¿te están poniendo nota o algo?); que no eres un ser productor ni productivo, eres un ser humano.

Estoy cansada de escribir siempre para otros. Voy a escribir para mí.