Parar, priorizar y seguir

Ser CEO no es sólo tomar decisiones estratégicas. Es también pelear cada día con una agenda que parece una jodida máquina de fabricar urgencias. Proyectos, clientes, formación, eventos, llamadas, gente a la que no conozco que quiere mi atención, reuniones… Todo parece importante, todo tiene sentido, pero si no sabes parar un momento, priorizar y seguir con cabeza, te comes la energía del equipo, la tuya, y te cargas el nivel de excelencia. Y si hay algo que no me puedo (ni quiero) permitir es eso.

Porque claro, las oportunidades siempre están ahí. Surgen proyectos interesantes, llegan propuestas tentadoras, aparecen eventos donde podríamos estar y contactos que podrían abrir puertas. Y sí, muchas veces la tentación de decir que sí a todo es grande, enorme. Pero aquí está el truco: no se puede. No al menos si queremos seguir haciendo las cosas bien y queremos seguir estando bien.

No priorizar significa dispersarse. Y dispersarse significa perder foco, perder calidad, perder credibilidad. Es dejar de hacer bien lo que realmente nos define y por lo que generamos confianza. Y yo he aprendido (a un alto coste) que hay momentos en los que hay que parar, mirar con perspectiva y decidir en qué merece la pena poner la energía.

Eventos, proyectos, nuevos negocios, oportunidades… Todo parece importante, pero no todo suma en cada momento. A veces hay que renunciar a una charla, a una colaboración o a un cliente que podría sonar bien en términos de facturación. Y hacerlo no es un fracaso, es una decisión estratégica.

Porque lo que importa no es estar en todas partes. Lo que importa es estar donde realmente sumamos, donde podemos marcar la diferencia y donde nuestra excelencia se mantiene intacta. Pero también es importante saber renunciar para ser más sostenible. Contraviniendo la letra de aquel temazo de Negu Gorriak —Gora Herria—, esta vez sí se puede parar para coger impulso.

Así que sí, perder alguna oportunidad a veces duele. Pero lo que de verdad duele es ver cómo se pierde calidad por querer abarcar demasiado. O peor, dejar de estar disponible. Y eso sí que no.