No todos los días son brillantes

Y eso no significa que tengan que ser oscuros, o que tengan que ser tenebrosos, ni tan siquiera nublados. Por alguna razón, el brillo también se difumina y desaparece cuando el cansancio, la presión, la frustración y el siempre presente síndrome del impostor merodean.

No tengo ni medio motivo para quejarme, pero no todos los días son brillantes.