Irina Bogdánov – Señorita Ojos de Serpiente
Irina es una aleamante, tiene el poder de influir en la suerte. #historiadepersonaje #thedresdenfiles
Una sonrisa maliciosa bailó en los labios de Irina mientras sacaba, rápidamente, de un doble fondo de su bolso Michael Kors la pequeña pistola.
— Ya había oído que no la sabías meter. — Dijo Irina con todo agudo y burlón — Mira que es mala suerte que la pistola no te responda en un momento como este. Puede que sólo sea una rubia tonta pero hasta yo sé ver cuando el cargador está descolgado. Apenas unos milímetros, casi imperceptible, pero suficiente para que la corredera no consiga arrastrar el primer cartucho y no haya bala que disparar.
El sicario hizo el gesto de avanzar hacia ella, la gravilla crujió bajo su zapato y quedó silenciada por el disparo de la Walter PPK, una pistola de dimensiones reducidas pero tan letal como el modelo más grande y ahora inútil que tenía en la mano el hombre.
El impactó lo hizo girar sobre sí mismo, se encojió durante unos instantes y enseguida volvió la mirada hacia Irina para ver por qué no lo había rematado. Seguramente no sería la primera bala que encajaba ya que apretó la mandíbula mientras se sujetaba el brazo herido y la miraba fijamente con ojos furibundos a la par que interrogantes.
Ella se acercó lentamente mientras sacaba algo del bolso con la mano libre, sin dejar de apuntarlo con el arma humeante, y metió un fajo de billetes en el bolsillo de la americana de su frustrado asaltante.
— Ahí tienes suficiente como para pagarte un médico que te arregle el brazo, unas vacaciones y un par de botellas que te ayuden a olvidarte de mi. — Le aclaró Irina con el tono alegre con que mandaría a un niño a comprar chucherías.
Llevaba tiempo queriendo dejar Montecarlo y por eso esta noche se había dejado llevar un poco más. Sabía que antes o después alguien se daría cuenta de que estaba ganando mucho en el casino e iba a saltar alguna alarma, pero no esperaba que un local tan lujoso se rebajase a algo tan burdo como mandar un gorila con una pistola para deshacerse de ella en un callejón.
Cuando era una pequeña devushka nunca le faltó de nada. Padre tenía un buen trabajo como operario de pista en el aeropuerto Sheremétievo de Moscú. Trabajaba muchas horas pero la pequeña Irina se entretenía paseando por las tiendas del aeropuerto hasta su hora de salida. La fascinaban sobremanera los carteles de perfumes y joyas, aquellas mujeres preciosas, la ropa, el estilo de vida glamuroso y de ensueño.
Cuando al fin Padre considero que tenía una edad adecuada la permitió apuntarse en la escuela de modelos. Irina sabía que ese era el primer paso para su vida soñada. Enseguida supo también que no era la más guapa, ni la que tenía más talento de la escuela pero sí la que iba a conseguir su meta.
Trabajó duro durante meses, aprendió modales y etiqueta, postura y lenguaje corporal, maquillaje y visagismo, dicción e inglés, absorbía toda la información con avidez. Cuando llegó el primer trabajo para las chicas de su perfil seleccionaron a otra chica.
Finalmente llegó su oportunidad cuando en la escuela de modelos hubo un sorteo entre las mejores de la clase para seleccionar cual iría a un trabajo en París. Lo deseó con mucha fuerza y fue su nombre el que salió elegido.
Desde el pasillo escuchó a Yulia decir a sus amigas más íntimas que no era posible, que ella había amañado el sorteo y aún así no había ganado.
Desde ese trabajo Irina no ha vuelto a pisar Moscú.