Howard Lizewski – Criptomante analista del FBI de baja por depresión
Historia de personaje para el juego de rol The Dresden Files. Howard es un criptomante, un talento menor capaz de descifrar cualquier código, encriptación, trampantojo o mensaje oculto.
Howard se había disociado sin darse ni cuenta. Su mente estaba flotando sobre su cuerpo mientras sus ojos se habían quedado fijos en la pantalla del escritoria que tenía un par de metros delante de él.
–- ¿Qué miras, imbécil? –- Null1@ sacó a DuckM4n, el nombre de hacker de Howard, de su ensimismamiento con su tacto y dulzura habituales. –- Ni esto no es una película ni tú eres Hugh Jackman, nadie te va a tocar tu zona especial.
Al volver a enfocar la mirada tenía a la única mujer del grupo increpándole en otra exhibición de su agresivo carácter. Howard tenía un don para descifrar códigos y encriptaciones pero las personas le descolocaban. Estaba más acostumbrado a la soledad de su habitación, donde podía quedarse embobado mirando a un punto fijo e indefinido de la pared mientras su cerebro vagaba sin rumbo.
La ropa de Null1@ decía bastante de ella: vestía principalmente de cuero, alternado con pinchos y tachuelas, además de rejillas asomando por los estudiados cortes hechos en las pocas prendas de tela que llevaba ocasionalmente. Daba la imagen de dura y agresiva, reafirmada en su arisco modo de relacionarse con cualquiera pero a la vez requería atención y que su presencia fuese percibida.
–- Lo que hagáis en vuestro tiempo libre me la suda, pero aquí el puñetero reloj sigue corriendo, ¿estamos? –- El señor Smith, un sobrenombre sin pizca de originalidad, siempre estaba presionándoles. Les pagaba muy bien pero les exigía en proporción geométrica.
Howard había encontrado el trabajo resolviendo un algoritmo, escondido en una página web a la que llegó tras descubrir un código oculto en una oferta de altavoces de segunda mano. Pensó que era una opción tan mala como cualquier otra para salir unas horas al día del sótano de la casa de sus padres. Ahora que ya no estaban necesitaba alguna razón para ir al exterior y tener un mínimo de interacción humana o al menos aire fresco.
Aquello iba de hackers haciendo lo que mejor saben hacer. A veces robaban información para chantajes, otras se colaban en redes gubernamentales para conseguir objetivos más jugosos. Los demás le tomaban por un idiota, un cerebrito con miedo a pisar la calle pero los superaba de largo a todos delante de la pantalla. Para él era fácil, como leer un libro infantil.
Un día Null1@ apareció con una revista en la mano y gritando más de lo habitual. Abrió la puerta del despacho del Señor Smith de una patada y empezó a gritarle cosas desagradables, lanzó amenazas que pretendían ser, de alguna forma sutiles, pero eran totalmente directas y finalmente gritó que dejaba el trabajo. Acto seguido se marchó.
Un rato después Howard escuchó una conversación mientras fingía uno de sus momentos de disociación. Lo que había hecho explotar a Null1@ era la noticia de una actriz joven que se había suicidado por una supuesta filtración de fotos íntimas.
Esa noche Null1@ abordó a Howard mientras esperaba el autobús para volver a casa.
–- Conocía a esa chica. — le dijo — Fue cosa nuestra, se lo hicimos nosotros.
Las lágrimas brotaban de sus ojos que ya parecían velas negras derretidas. Howard no supo reaccionar, se limitó a escuchar y acceder a dejarla que fuese a casa con él, tenía miedo de estar sola.
Preparó cena para los dos, ella seguía llorando de forma intermitente y le hablaba de su vida. Cómo fue una chica rarita en el instituto, cómo devoraba las revistas de informática y se marchó de casa a los 17 para buscarse la vida.
Finalmente se quedó dormida en el sofá. Howard la tapó con una manta y se bajó a su cama en el sótano. En mitad de la noche un golpe en la escalera le despertó. Null1@, completamente desnuda, se metió en su cama y comenzó a besarle. Casi parecía que pretendía devorarle, había ansiedad y necesidad en la forma en que apretaba sus labios contra los de Howard y en la forma que pegaba su cuerpo contra el suyo.
A la mañana siguiente ella ya no estaba.
Sin acabar de entender muy bien qué había pasado la noche anterior, Howard se puso en marcha hacia el trabajo como todas las mañanas. Poco antes de llegar pasó junto a un callejón cerrado con cordón policial e iluminado por luces azules en movimiento. Había una sábana en el suelo de la que asomaba una mano de mujer con las uñas negras y una pulsera de pinchos en la muñeca.
Algo se rompió dentro de Howard en el instante en que las piezas encajaron.
Unas semanas más tarde Howard contactó con el FBI, hizo un trato y les entregó a toda la organización. Alguien en la agencia reconoció el talento de Howard y se tomó las molestias de entrevistarlo fuera del caso para evaluar su potencial. Con su habilidad para descifrar cualquier código, encriptación o lenguaje de programación, en cuestión de semanas estaba contratado como analista.
Pero después de los primeros años empezó a notar un patrón. Sus compañeros obtenían méritos y ascensos mientras que él seguía en el mismo puesto. Era el mejor, capaz de conseguir resultados que equipos enteros no lograban pero la agencia no le promocionaba, quería exprimirle.
Igual que había hecho el Señor Smith.
Entonces Howard tomó la decisión de escapar.
Unos pocos clics en la dark web le consiguieron las pastillas, la habitación de hotel con el minibar repleto y los horarios de limpieza de las habitaciones. Tenía todo perfectamente controlado. Fue fácil, doloroso, pero fácil.
Un lavado de estómago después, Howard estaba de baja por depresión. La paga de la agencia mantenía sus necesidades cubiertas pero era el momento de hacer algo diferente por sí mismo.