Reventarlo desde dentro (o como la crisis de los cribados se convierte en una oportunidad para la sanidad privada)

Esta mañana iba a trabajar en mi coche después de dejar a mis hijes en casa de su abuela. Llevan más de una semana enfermes, concatenando diferentes virus, y nos ha tocado hace varias visitas a centros de salud/hospitales públicos para asegurarnos de que no había nada potencialmente peligroso en sus organismos. Les han atendido bien algunas veces, regular otras. Eso sí, siempre en la pública, porque en esta casa creemos en ella y la defendemos (y no tenemos seguro privado).

En el trayecto el trabajo iba detrás de un autobús que tenía publicidad de un seguro de salud privado impresa en la parte trasera y laterales del vehículo. Cómo hace dos días me enteré con algo más de detalle del tema de los cribados del cáncer de mama, automáticamente me han asaltado diversos pensamientos al respecto que han acabado convergiendo en una idea perversa y desalentadora que necesito compartir con vosotres. Quiero dejar claro que mi intención no es arrastraros conmigo al pozo de la desesperanza, sino construir a partir de esta subjetiva lectura de la situación. Empezaré dando el titular:

La derecha va a ser la gran beneficiada de la mala gestión en la crisis de los cribados de cáncer de mama

En todo este esperpento, del que no voy ha hacer ahora una crónica ni resumen porque ya se ha hablado mucho, al final el mayor rédito político lo va a sacar la derecha. Igual a corto plazo cae algún nombre medianamente importante, aunque no lo creo. Pero estoy seguro que a medio plazo los beneficios van a ser incalculables. Desgastar la sanidad pública es un punto estratégico en el modus operandi de la derecha ultraliberal multienmascarada que habita nuestras instituciones públicas. Sus ideólogos están a años luz de nuestra mermada y constreñida capacidad profundización informativa, fruto de la enmierdificación y sobreinformación a la que estamos expuestes. Ellos (utilizo el masculino aquí intencionadamente) ya tienen una planificación de daños y beneficios de cualquier crisis pública que creen o favorezcan, y poco les importa que al final caigan un par de caciques si con ello se cumple su objetivo mayor. Pueden permitirse renunciar hasta a una posible reelección, a cederlo por cuatro u ocho años, porque saben que mientras la alternativa sea los que se disfrazan de socialistas (masc. int.), no habrá suficiente blindaje público para detener el tsunami ultraliberal que está arrasando nuestro planeta.

Mientras se suceden las crisis, una tras otra, la izquierda política y mediática poco a poco va asumiendo el marco, sin apenar darse cuenta, y denuncia con vehemencia la mala gestión del Moreno de turno. Una vehemencia que se transforma en ocasiones en inocencia, y que acaba generando la idea perversa que me abordó esta mañana en el coche, viendo el anuncio del seguro privado de salud. ¿Por qué tanta gente de izquierdas ya tiene contratado un seguro privado? Porque contra el superultraneoliberalismo no se puede luchar con sus mismas lógicas: la comunicación de masas es un modelo creado al servicio de los poderes fácticos. Así, mientras te metes de un salto a bucear en este diario o en aquel medio público para leer sobre la crisis de los cribados en la sanidad pública, el enfado y la necesidad de cambio afloran; pero también lo hace otro sentimiento, el del miedo a que te suceda a ti, a tus amigues o a tu familia. Y en el marco de instantaneidad en el que vivimos, en el que el individuo siempre va por delante, puedes llegar a pensar: “que mierda, esos impresentables tienen que caer y se tiene que blindar el sistema público de salud”. ¿Pero qué haces con ese miedo? ¿La sociedad cansada y desprotegida en la que vivimos está preparada para mirarlo a la cara, enfrentarlo y convertirlo en la energía movilizadora para exigir cambios? ¿Y si no podemos con todo? ¿Y si la vivienda, Palestina, las DANAS, las cuotas de autónomos, la ecoansiedad y la sanidad pública son demasiado para nosotres? ¿Y si pagando ese seguro de salud al menos estamos tranquiles de que a nosotres no nos va a pasar?

Estas preguntas muestran que cualquier salida es moralmente válida. Hacemos lo que podemos con lo que tenemos. Pero creo que sí que es obligatorio plantearse cómo los medios e informadores independientes, incluso nosotres, debemos plantearnos como producimos, amplificamos o difundimos las informaciones. Porque cada político de derechas que llega al poder se pone el extremo de un grillete al tobillo y, al otro extremo, ata los servicios públicos esenciales que (todavía) garantizan cierta igualdad y bienestar a la clase obrera. Y cuando caen el gobierno de turno, siempre se lleva por delante un cachito de algo que era de todes. ¿Podemos hacer algo para revertir estas dinámicas? Por supuesto que sí. Lo más importante, sin lugar a dudas, es que hablemos de la desprotección informativa que sufrimos, que lo pongamos en común y nos tomemos nuestro tiempo para debatir las estrategias que podemos aplicar individual y colectivamente para luchar contra esta lógica. Yo propongo una: que cualquier tema relacionado con la mala gestión de los recursos públicos venga acompañado de un fuerte argumentario en contra de la empresa privada correspondiente. Para ser justo, me consta que ya se hace en algunos medios, pero luego siempre se acaban reproduciendo la dinámica de la inmediatez para mantenerse en el torbellino informativo, en la pesca de arrastre del clic. Ninguna información política sin su ataque a la empresa carroñera de turno. Parece radical, lo sé. Sin duda, es lo que necesitamos.

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