Mi perra vida temporada 2025, episodio 34.
Relato – Seis meses en bicicleta | Poema – ¿Cómo estoy en redes sociales? – Augusto Sonrics | Reseña – Cuarenta y tres maneras de soltarse el pelo – Elvira Sastre | Frase Robada – Fernando Vallejo | Bonus track
Seis meses en bicicleta
Un buen día la motocicleta se apagó, ya era noche, la calle aunque con gente estaba bastante sola, por más que presionaba persistentemente el botón de arranque, tercamente se esforzaba en hacerme cerrar mal el día, pero la pobre no sabía que en ese momento también se estaba cerrando un capítulo en mi vida.
La había comprado hace casi diez años, cuando decidí que mis traslados cotidianos ya no serían en cuatro ruedas, el éxito y entusiasmos obtenidos por tal decisión me llevaron años después a comprar una segunda moto, la cual finalmente vendí porque daba demasiados problemas y era muy caro su mantenimiento. Yo seguía teniendo confianza en esa Honda NC750x, hasta esa fatídica y solitaria noche había hecho un gran trabajo, me llevó a donde quise, retos los tuvo, lo cuales sacó adelante, en algunos casos de maneras heroicas. Pero ya en los últimos meses estaba dando señales de que las cosas no andaban bien. Así que esa noche, esperando a la grúa, mientras el tiempo y la gente venían y se iban, cuajó una idea que ya me estaba dando vueltas en la cabeza desde hace años, y era utilizar la bicicleta como medio de transporte cotidiano.
El día siguiente y desde entonces, sin marcha atrás, comencé a utilizar una bici que compré hace tiempo para salir a rodar con mi padre los sábados muy temprano entre la frontera de esta ciudad y el estado de Morelos, tradición que por diversos motivos dejó de ejercerse, por lo que llevaba tiempo guardada, esperando. Así que ese primer día, como pude me organicé para llegar al trabajo en dos ruedas otra vez, pero impulsadas solo por mis piernas.
En este momento me gustaría hacer un paréntesis, quiero aclarar que vivo al sur de la Ciudad de México, en una zona que a diferencia de las áreas gentrificadas, no cuenta con vialidades dedicadas a los ciclistas; y con veinte millones de vehículos motorizados lo caótico alcanza lo poético, al observar la forma salvaje con la que los conductores circulan por la concurrida orbe.
Por lo tanto cualquier otra cosa que no sea utilizar un auto, el oligarca de las vialidades, genera una sensación de rotunda inseguridad. En la mente cruza: un robo, un accidente, una caída, mal clima, y por supuesto la incapacidad física para lograrlo.
Superados los prejuicios y los miedos, desde hace meses, y salvo excepcionales ocasiones que no suman más que los dedos de mi mano, me he desplazado en bicicleta.
El tiempo se ha encargado de ir ajustando las condiciones de mis viajes. He tenido que modificar un poco a mi compañera de dos ruedas, para que sea más urbana y menos competitiva, lo cual también aplica para mí. Han mejorado mis limitadas habilidades para cambiar una llanta, aunque aún hay una gran área de oportunidad al respecto. Mi kit de limpieza y cambio de ropa parece que ya está bastante bien estructurado. Probablemente la ropa de lluvia sea una asignatura pendiente, en especial porque Tláloc tuvo a bien decidir que el 2025 sería su año más productivo y las trombas e inundaciones han sido épicas, pero les adelanto que ni treinta centímetros de agua en la calle me han hecho abandonar la bicicleta. Dado que la prueba de fuego para saber que este cambio será definitivo es superar la temporada de lluvias, de momento todo indica que se aprobará el examen.
El balance de estos meses ha sido muy positivo, lo que más aprecio es lo predecible que es mi trayecto, no importan el tráfico, el clima, la hora del día, los bloqueos, las manifestaciones; sé que siempre llegaré a mi destino en un rango muy acotado de tiempo. También me encanta una sensación fortuita y al parecer ilógica, la sensación de invencibilidad. Normalmente se piensa que el ciclista es vulnerable frente a todo lo que lo rodea, lo cual en términos prácticos es cierto, pero el ciclista es consciente de ello y por lo tanto, aunque se mueve en el mismo espacio físico, se encuentra en otro plano mental. Aunque no tengas un carril destinado para ti, modificas tu perspectiva temporoespacial y montas una ideología diversa, una vez que alcanzas este lugar, las carreteras de la monstruosa ciudad son otras, es mágico ver las filas de autos y el mal humor de sus conductores, las inundaciones que paralizan la avenidas, la ansiedad de quienes llegarán tarde. Mientras, tú trepado en la bicicleta cruzas de modo casi místico ese infierno, despertando miradas envidiosas. Todos los retos que la ciudad impone comienzan a ser superados sólo con la fuerza de tus piernas, esa comunión es una epifanía.
Debo decir que no hay mayor aliciente a un día laboral digno de las pesadillas de Dante que, el subirte a la bici concentrarte en el camino y pedalear, es catártico.
No puedo dejar pasar la relación que estableces con la ley y quienes la representan. Viviendo en uno de los países más corruptos del mundo, es inevitable que manejando el auto o la motocicleta, algún policía te detenga de manera justa o injusta, con la finalidad de exigir un soborno. Tal sensación se vive minuto a minuto en el volante, ahora cuando observo a los injustificadamente llamados representantes del orden, me siento ajeno a su campo visual, lo cual otorga mucha paz, y ese solo hecho, amortiza las “molestias” de no usar un vehículo motorizado.
Finalmente no dejemos de lado el aspecto económico, no más talleres, seguros, gasolina y multas.
Pasando página al capítulo de eventos adversos, mencionare los siguientes.
Es inseguro. Debes extremar precauciones y tener los sentidos en la conducción de la bici, pero también en el comportamiento de los demás, una especia de alteridad vial.
Es cansado. Sí lo es, que tus calorías y no la gasolina sean la energía que mueve esas llantas hace que te canses. Pero existe la posibilidad de ir despacio, no hay que entregar tu máximo esfuerzo, solo planear mejor tu tiempo, y conforme avanzan las semanas, la fatiga y condición física irán mejorando.
Me ensucio. Sí, con los charcos, la lluvia y el sudor. Entonces hay que tener un cambio adicional de ropa, toallas húmedas para limpiarte y perfume para engañar a la gente.
Pareces repartidor de Uber. En una sociedad tan racista y clasista como la mexicana, seguramente serás estigmatizado, y mofa (normalmente a tus espaldas) de la gente. Pero solo diré que debo mi máximo respeto a quienes en bicicleta hacen que la vida de los demás sea más cómoda.
Tras seis meses, estoy muy contento de haber dejado la motocicleta y del automóvil ni se diga. Pero sí considero que no es la respuesta para todos, requiere cambio de hábitos y de conceptualización sobre la forma de transportarte en una ciudad tan incivilizada como esta. Pero vale la pena intentarlo, en este mundo tan virtual y tan efímero, el hacer que tus piernas te hagan sortear los retos que las calles te imponen, te otorga una pequeña victoria cada día.
¿Cómo estoy en redes sociales? – Augusto Sonrics
¿Cómo estoy en redes sociales? ¿Cómo me llamo cuando no hay nadie que pronuncie mi nombre? ¿Cuándo me convertí en miembro productivo de la sociedad?
Cumplo todos los requisitos para hacer arte: respiro contenido, he recibido muchas llamadas en la vida pero cuando intento responderlas solo escucho el sonido de la línea y la eternidad del otro lado.
Me he sentido atrapado entre las rimas de una canción que recomienda Spotify o una nota de voz que grabé en mi celular una noche que me sentí particularmente inspirado y me convencí tanto de ello que nunca la he vuelto a escuchar.
Puedo ver patrones en las plantas, en las cosas que me metía en los memes que configuran mis días y en los momentos entre parpadeos.
Cada vez estoy más cerca de donde vengo. Me gustaría despertar de una manera más efectiva cuando escucho el despertador por las mañanas pero parece que andar entre sueños es mi pasión y puede que un día agarre el rollo.
He sido varias cosas en la vida. He vivido mi vida como una mentira desde que comprendí que decir mentiras no me hacía una mala persona, sólo alguien que construye verdades.
¿Cómo me llamaba antes de que esos anuncios de la línea de vida salieran en la radio?
Cuarenta y tres maneras de soltarse el pelo – Elvira Sastre
Es innegable que Elvira Sastre ha venido a darle un empujón comercial a la impopular poesía. A riesgo de mi crucifixión, se podría colocar a la segoviana en el cajón de los poetas que se entienden, junto con Amado Nervo y Mario Benedetti, lo que para los ortodoxos puede ocasionar repelús.
Pero una vez expuestos los prejuicios que rodean a Elvira Sastre, este libro de poesía cumple con su leit motiv, expresa mucho amor, algo de desamor y algunos que otros sentimientos menos placenteros. En 43 + 1 poemas desgrana emociones gratas e intensas, con un estilo claro y contundente, muy en consonancia con la alegoría a cupido que busca encajarnos una flecha certera en el pecho.
Explota con mucha persistencia el poema libre, aunque es bastante tímida en términos fonéticos y otras herramientas estilísticas. Se anima a jugar con la prosa poética, dejando entrever que de querer, se podría embeber de los vericuetos literarios.
Se cuenta con un poco menos de una decena de buenos poemas, varias estrofas memorables, y muchísimos versos que merecen su enunciación; así que como era de esperarse es un poemario que puede satisfacer a muchos, incluyéndome.
Tampoco es pecado olvidarse un poco del mundo que se cae a pedazos.
Frase robada – Fernando Vallejo
Uno tiene que escoger en la vida lo que quiere ser, si marihuano o borracho o basurero o marica o qué. Pero todo junto no se puede.