Mi perra vida temporada 2025, episodio 21.
Relato – La decisión de no continuar | Poema – Propósito – Gilberto Owen | Reseña – Lincoln en el Bardo – George Saunders | Frase Robada – Patricia Highsmith | Bonus track
La decisión de no continuar
El reloj se apagó desde unas horas, me abandonó cuando llevaba cerca de veintiún horas de carrera, casi prediciendo lo que iba a pasar. Parece un conjuro, pero las dos veces que ha ocurrido, a mí también se me apaga la ilusión de recorrer las anheladas cien millas. En esta ocasión, otra vez, se va a cumplir la profecía.
Cuando salí de los cien kilómetros tenía fuerzas y la fe de que lo lograría, me quedaba casi toda la noche y una parte de la mañana, pero desde las cuatro de la madrugada, el enemigo se fue instalando, uno que no pensé que llegaría, la fatiga total, las piernas comenzaron a responderme menos, y cuando iba retornando para cumplir ciento cuarenta kilómetros, con mucho trabajo podía caminar, y subir las cuestas del camino lo hacía casi a rastras. La cabeza y el corazón sí me daban para continuar, pero físicamente no, ni siquiera el dolor en los muslos y las plantas de los pies me hizo pensar en abandonar, piquetes intensos a cada paso, pero lo había acogido como algo propio desde muchas horas atrás.
Tenía que tomar la decisión a unos siete kilómetros antes del punto donde reiniciaba el circuito, si no lo hacía, corría el riesgo de que esta jodida fatiga y el frío de la madrugada fabularan en mi contra, y sufriera hipotermia, eso ya me había ocurrido otras veces. Entonces además del fracaso de no terminar la carrera, se sazonaría la derrota con el drama y el escándalo de terminar en el hospital, o al menos en la ambulancia.
Pero tuve tiempo, estas competencias eso te dan, tiempo, para pensar y deliberar que no podía correr cien millas, pero si lo iba a aceptar otra vez, lo haría con menos lloriqueo que la ocasión anterior, sin reproches. Al final sabía que puse todo lo que podía, cuerpo, alma y corazón, en ese efímero, y por que no, bastante frívolo objetivo de hacer una carrera a través de la montaña recorriendo ciento sesenta kilómetros. Aunque plausible, es decir, sólo hay que poner un pie delante del otro, y así hasta lograrlo, la realidad era prístina, como la vida o la muerte, sencillamente ocurre y no puedes hacer nada por impedir que su destino se cumpla. Tengo que aceptar que hay cosas que no son para mí, no son posibles cuando tengo tantos proyectos, que como esponjas absorben, drenan mi energía.
Seguramente si esta enferma necesidad de mantenerme en problemas constantemente fuera mas dócil, podría dedicar más horas a entrenar, pero no me voy a engañar, no dejaré mis otros proyectos, aunque sí vale la pena reconsiderarlos detalladamente y por lo menos darles un peso específico, ya que así como hoy las montañas me rompieron las piernas poco a poco, existen en mi vida otras travesías que me han ido mermando.
En esta ocasión asumo esta realidad, y con gusto amargo tomo el teléfono para avisar que vayan por mí, que voy a abandonar. Los que conocen a un corredor saben que esa decisión no es sencilla, implica romper todos los sueños que se montan en las piernas, no saborear ese sucedáneo de invencibilidad que te da llegar a la meta. Pero hoy no va a ser así, últimamente la vida se ha estado encargando de demostrarme que ese sucedáneo es terriblemente etéreo, y es algo que debo afrontar, tolerar, e interiorizar, sin que en ese proceso se me envenene el alma, que para eso ya existe el mundo.
Al colgar el teléfono, ya no hay vuelta atrás, y mientras a través de las nubes, el sol quiere asomarse, los pájaros y los gallos saben que es un nuevo día, para mí será el término de uno que inició la mañana previa.
Llego a la meta para indicar que no continuaré, la persona que realiza el registro confirma en voz alta, reitera de manera inquisitiva, casi a modo de prueba, me muerdo fuerte el orgullo y confirmo mi decisión. Al salir, uno de los voluntarios me indica que puedo tomar mi medalla, la veo y la dejo allí. Lo de menos es ese pedazo de metal que no vale nada, lo importante era el reto, el proceso, o en realidad no sé exactamente qué es lo importante, pero de eso escribiré en otro momento.
Propósito – Gilberto Owen
Todavía mis ojos, por tus ojos, en tu alma, como el día del encuentro; que el amor, como siempre, nos presida, pero ya nunca lo nombraremos.
Mejor la insensatez de nuestra efímera voz sonando en lo eterno, puestos en entredicho tus románticos, dueña, la Geometría, del sendero.
Luego la noche, que nos gane, hondos, humillados al fin, para el silencio; y luego la sal, mía, de tus lágrimas, y mi frente, servil, sobre tu seno.
Para no separarnos, detener el ritmo universal en nuestro aliento; y ¡qué prisión!, después, sabernos solos, pero tan frágiles y tan pequeños.
Y para no olvidarnos -y el olvido míralo, en ti y en mí, mujer- ¿qué haremos?
Lincoln en el Bardo – George Saunders
Durante una cena de gala, muere de tos ferina el hijo de Abraham Lincoln. Este suceso anti natura ocurre en medio de la guerra civil. Bajo esta línea argumental, que suena bastante atractiva se transforma en una especie de coral musical, donde diversas voces aportan pedazos de historia alrededor del suceso.
La historia tiene dos escenarios, la realidad tangible, donde se hilvanan trozos de entrevistas, testimoniales, notas periodísticas y extractos literarios. Contrapuntando está una “realidad” mística, abordada desde el mundo de los muertos, en el que William Lincoln intenta aferrarse al mundo terrenal, y al cariño de su padre. En este mundo de almas en transición, surgen diversas voces, que le dan sostén a lo incomprensible, o incluso a la crueldad humana que no respeta códigos. Es en este mundo inanimado donde suceden historias más cercanas a lo humano, es decir con pasado, con relato, lo que hace que esta obra pase de ser algo similar al periodismo de investigación al campo de la novela.
Fue ganadora del premio Booker en 2017, muy bien recibida, enfatizando su ingenio, al ser estilísticamente innovadora, pero discrepo de su “gran humanismo”, siento que esto último hace repensar en la definición de humanismo que tienen los críticos.
Frase Robada – Patricia Highsmith
El trabajo impedía que la gente pensara demasiado en sus problemas.