Mi perra vida temporada 2025, episodio 16.

Cuento – Hunting Fire | Bonus track

Hunting Fire

En medio de la madrugada sonaron al mismo tiempo los teléfonos celulares, con el mismo tono, la quinta sinfonía de Beethoven, -para iniciar con la aventura más grande de su vida- prometía al app que les habían instalado, cuando Sebastián se reunió para cenar con el guía del tour, en uno de los restaurantes más exclusivos de la ciudad, le explicó como funcionaba.

-Conectas esta memoria al puerto de carga del teléfono y de inmediato se instala todo lo que necesitas para el tour – le dijo el guía, que se camuflaba perfectamente, en ese entorno de millonarios- y no se te olvide tirar la memoria en algún lugar público.

Sebastián sentía que el corazón le galopaba, era el más entusiasta. Iker, su primo, y su novia Majo, también estaban emocionados, ya la última moda de consumir hongos alucinógenos, no cumplía la promesa de otorgarles nuevas emociones; y la búsqueda de algo que los inundara de adrenalina, los convenció de aceptar el plan de Sebastián.

-Pero no sabemos disparar rifles -le dijo Iker a su primo.

-Relax, en el jeep va un tirador profesional, sólo le indicas y el se encarga de matar a la presa que elijas.

-¿Y qué le vas a inventar a tu papá? Si se entera de que vamos de cacería, te mata -le dijo Majo mientras sonreía burlona.

-Ya veré, pero seguro ni se entera, está mas tiempo en aviones, hoteles y campos de golf , que no creo que se de cuenta -le respondió convencido Sebastián.

...

Tras enterarse de la nueva tendencia, el padre de Sebastián le advirtió que, no se le ocurriera ir a esos eventos de Hunting Fire. Si la prensa o sus rivales se enteraban, le harían un escándalo los accionistas, y ya con los ecologistas le bastaba para tener problemas.

Desde hace un par de años, en los que la empresa maderera del padre de Sebastián había expandido el negocio a los bosques de Costa Rica, el aluvión de críticas internacionales no se hizo esperar. Así que, no deseaba un dolor de cabeza más, patrocinado por su hijo.

...

Mientras viajaban al helipuerto, iban platicando en videollamada, emocionados comentaban las anécdotas de la última vez que fueron de cacería.

-Esto sí que va a estar épico -les decía Sebastián.

Se detuvieron a pocos metros del helicóptero, bajaron de sus camionetas, todo permanecía en silencio, les habían dado instrucciones de despedir cuanto antes a sus chóferes, que los dejaran ahí, solos.

Tras un par de minutos, bajó de la nave el piloto y su anfitrión, que les dio la bienvenida, y aunque era muy temprano, les ofreció algo de beber, o si querían “algo más”. Les dijo que venía preparado con todo lo necesario para que se la pasaran como nunca.

Tenían un camino de al menos tres horas antes de llegar a la montaña, así que les entregaron unas tabletas electrónicas con varios vídeos sobre los cuidados en el tour, y el uso adecuado del equipamiento que necesitarían, también una lonchera militar con algo de comida. Como niños a la hora del recreo, estaban muy emocionados con su aventura. Aunque iban algo justos de espacio, se pudieron reclinar y se fueron quedando dormidos.

...

El anfitrión le tocó el hombro a Sebastián para despertarlo.

-Mira, ves esa columna de humo, significa que ya falta poco para llegar. Si quieres despierta a tus amigos para que se vayan alistando.

Los tres miraban por la ventanilla, nunca habían visto tanto humo, les tomó bastante tiempo dar la vuelta completa a esa nube densa que despedía el incendio, y conforme descendían, las llamas a lo lejos comenzaban a hacerse evidentes.

Antes de descender, Majo le preguntó al anfitrión si no traía cocaína.

-No me vean así, solo es para ponerme a tono con la aventura.

Los otros se rieron y la imitaron.

Aterrizaron en el helipuerto de bomberos, donde los esperaba un jeep, Joaquín el chófer y su guía Juan. Se presentaron todos, y les indicaron que se colocaran los trajes, idénticos a los de los bomberos forestales, lentes que casi les cubrían toda la cara, mascarillas y tanques de oxígeno, todo ese material apenas les permitía moverse, pero sólo irían sentados en el vehículo, aunque para ellos eso, era la experiencia completa.

Antes de abordar al jeep, Iker preguntó por las armas.

-¿Qué, no venimos de cacería? -les dijo a sus dos compañeros.

Juan los vio extrañado.

-¿Están seguros? La mayoría se conforma con ver el incendio y tal vez bajar, y acercarse un poco al fuego para tomarse fotos.

-El tour es de cacería ¿no?, por eso pagamos un dineral. Para observar cómo se incendia una montaña, lo podía hacer desde mi casa -le dijo Sebastián al guía, el cual abrió la cajuela y sacó tres rifles, mientras les explicaba el funcionamiento les aclaró.

-Tengan mucho cuidado, los animales cuando están escapando del fuego son aún más impredecibles.

-¡Relájate! -lo atajó Majo- no es la primera vez que salimos de cacería, sabemos a lo que venimos.

Juan guardó silencio, les entregó los rifles y abrió la puerta para que abordaran.

...

Se internaron por los caminos profundos de la montaña, en búsqueda del incendio. Tras varias decenas de minutos comenzaron a ver los rastros de la tierra arrasada, primero por los taladores y luego por el fuego.

-Estamos en el extremo oeste del incendio -les dijo Joaquín.

Siguieron avanzando y el humo apenas dejaba ver el camino.

-¿Cómo vamos a cazar si apenas me veo la mano? -le preguntó Iker a Juan.

-Estamos en la orilla del fuego , nos comenzaremos a meter a las llamas, y paradójicamente el fuego vivo elimina el humo, que sale expulsado al cielo -le respondió Juan.

Conforme avanzaban, el fuego se iba haciendo evidente a cada lado del camino. Fascinados observaban las llamas a su alrededor, el crujir de los arboles al romperse.

El jeep se detuvo súbitamente al escuchar el disparo.

-¡Fui yo, fui yo! -gritó Sebastián- creo que le di a un animal que escapaba por el camino.

Juan se bajó y caminó unos metros, donde la liebre con la piel chamuscada, se revolcaba de dolor con la cadera destrozada por el balazo. Sacó un cuchillo y le puso fin al sufrimiento del animal enterrándolo en el cuello. Lo cogió de las orejas y se lo entregó al cazador, quien junto con sus amigos, celebraron la hazaña.

Siguieron avanzando y se detuvieron en varias ocasiones por el potencial avistamiento de otras presas, pero eran falsas o fallaban en el disparo. Conforme avanzaban, el calor y las llamas eran más intensas, parecían hipnotizados por ese fuego venenoso que estaba devorando la montaña.

Un estruendo inmenso los sacó de ese estado de contemplación, el vehículo se detuvo de inmediato.

-¿Qué pasó? -le preguntó Juan a Joaquín.

Sin soltar las manos del volante, miraba por el retrovisor, y le hizo una señal para que viera hacia atrás del camino.

Un árbol inmenso se había vencido por el fuego y cayó sobre la vereda, a escasos metros de ellos. Todos voltearon y vieron un muro de llamas a sus espaldas, así como el calor permeando sus trajes.

-¿Por dónde vamos a regresar? -gritó Majo. Sus dos compañeros asintieron entre ellos.

-De momento por ahí no -respondió Juan, mientras le indicaba al chófer que continuara entre el camino cercado de arboles y arbustos ardiendo.

Ya sin interés en los animales que escapaban, los tres turistas admiraban en silencio el escenario. Mientras Juan comentaba con Joaquín los caminos que le mostraba el GPS.

El estrépito similar al de casas cayendo una a una, los sacó de su solipsismo. Era el viento que se ensañaba, apresurando las llamas, haciendo caer los árboles como fichas de dominó.

Juan y Joaquín se miraban de soslayo, sabían que habían avanzado más de lo habitual, y seguían sin encontrar una vereda secundaria, que les permitiera salir del corazón del incendio.

El jeep ralentizó la marcha, hasta que se detuvo por completo.

-¿Qué pasó? -dijo asustado Sebastián.

-Se nos acabó el camino -respondió Joaquín, mientras señalaba a lo lejos varios troncos milenarios incendiados que, les obstruían el paso.

-¿Y qué van a hacer? -los confrontó Iker.

Joaquín no respondió, mientras miraba con detenimiento la pantalla del GPS.

-Pues el jeep ya no pasa por ningún lado. Podemos pedir ayuda y esperar a que llegue, o buscar un trayecto que nos permita salir caminando.

La idea de alejarse de la seguridad del jeep les aterraba, junto con el calor que irradiaba su entorno, estaban empapados de sudor.

-Ustedes vienen conmigo, y Joaquín ira por su lado, si alguien encuentra un camino viable avisa por radio.

Ninguno de los tres pensaba que eso fuera buena idea. Juan tomó el rifle y les entregó cantimploras con agua. Así comenzaron lentamente su camino de regreso. Las llamas crujían con cada paso que daban, y por momentos el viento aullaba, avivando las cenizas.

Después de algunos kilómetros, encontraron una vereda que parecía no estar tapizada de fuego. Juan avanzó y les hizo una señal para que lo siguieran. El incendio había hecho su trabajo. Sólo quedaban algunos troncos humeando, las hierbas del suelo eran cenizas que agonizaban, la nube de humo que anuncia el fin del fuego era densa, tenían que mantenerse uno cerca del otro para no perder a su guía que, aunque despacio, persistía en el camino ascendiendo, para llevarlos a un monolito de piedra.

Desde ahí vieron el escenario, observaron el horizonte inundado de humo, fuego y cenizas.

-Falta su compañero. ¿Tu novio, dónde está?

Ahí se percataron de que, no sabían en que momento, Iker se había retrasado.

-Espérenme aquí, voy a regresar a buscarlo.

Mientras volvía sobre sus pasos, Juan miraba a todos lados, sin éxito. Se acercó a una de las densas nubes de humo que atravesaron, en la parte más profunda observó a Iker, tirado, se había quitado la máscara que le aportaba oxígeno y tenía en la mano un broncodilatador para asmáticos. No recordaba que en el cuestionario de salud, alguno de ellos indicara alguna enfermedad pulmonar. Se acercó y cerró sus ojos heridos por el calor del suelo.

Se apresuró a volver al montículo donde había dejado a Majo y Sebastián, el ruido de las llamas a su alrededor no lo dejaba escuchar lo que sus ojos le advertían. Un par de chacales jadeantes amenazaban a la pareja, exigían ese espacio para escapar del fuego, se mostraban hostiles. No se podían defender, Juan se había llevado el rifle. De inmediato apuntó a la cabeza del animal, antes de poder reaccionar, uno de ellos se lanzó directo al cuello de Majo, mientras que el otro, furioso atacaba su pierna, derribándola. Sebastián intentaba escapar, aunque era casi imposible, el terror, el traje y el equipo tan pesado se lo impedían. Uno de los chacales notó su intención de huir y volteó para perseguirlo.

Se escuchó una detonación entre el crujir del bosque ardiendo. Los dos animales escaparon y se perdieron entre las llamas. Juan se acercó a Majo, que se ahogaba con la sangre brotándole del cuello despedazado. Bajó a buscar a Sebastián que estaba tirado, muerto, el tiro había sido preciso, justo en la base de la cabeza, con calma regresó y acomodó el rifle en las manos de Majo, que agonizaba sin apenas moverse.

...

-Volviste antes de lo planeado -le dijo Joaquín, mientras sonreía ligeramente.

-Fue menos complicado de lo que pensaba, al final la suerte estaba de nuestro lado, y sólo tuve que dispararle al hijo del maderero -le respondió Juan, mientras le indicaba con la cabeza que dirigiera el jeep al camino de regreso.

...

Bonus track

Todo lo escrito, salvo que se indique su autoría es ideado y escrito por Norberto Carlos Chavez Tapia, bajo la licencia de creative commons CC BY-NC-ND 4.0.
A menos que se indique lo contrario todo lo expresado en este blog/newsletter es ficción, cualquier semejanza con la realidad es una coincidencia.