Mi perra vida temporada 2025, episodio 14.

Cuento corto – Y vivieron felices…

Y vivieron felices…

Le había tomado varias semanas a Ismael tomar la decisión de hacerse la biopsia de pulmón, la idea de que una aguja lo atravesara hasta lo más profundo de su tórax, le causaba terror. En especial a él, que nunca se caracterizó por desplantes heroicos, y sí por su pavor a las agujas.

Ese miedo explicaba su absurda dilación para acudir con el médico. Su pareja se lo había sugerido meses atrás, cuando a pesar del frío invernal, Ismael mojaba la piyama de sudor, junto con una tos terca que se entonaba con su matutino carraspeo de fumador. No tuvo más remedio que aceptar su problema de salud, cuando en el último agujero del cinturón los pantalones se le caían.

Sabía que no iban a diagnosticarle una vulgar gripe, también imaginaba el burocrático trayecto entre médicos, estudios de laboratorio, y eufemismos para tratar de suavizar las inminentes malas noticias. Todo ese secretismo se vino abajo cuando le entregaron un sobre cerrado, dirigido a su médico, con el resultado de la tomografía -lesión de aspecto tumoral de cinco centímetros- leyó en el reporte para enterarse de lo que ocurría. Ni siquiera tuvo que buscar en Internet el diagnóstico, la palabra tumoral era ominosa.

Cuando el oncólogo le explicó lo esperable, a Ismael solo le interesaba saber si la biopsia de pulmón no sería contraproducente, ¿no desataría la furia del pulmón?

El médico a modo de desatinada broma, le dijo que, no era un dragón, ni ningún demonio leviatánico, que estuviera tranquilo, y que la punción en su pecho les daría más información para dirigir el tratamiento, y que, si las cosas eran como esperaba, tendría altas posibilidades de curarse. Esa promesa le infundió valor para aceptar el procedimiento.

El anestesiólogo, en una visita previa a la toma de la biopsia, le indicó unos sedantes la noche previa -para que llegue tranquilo- le dijo a modo de promesa. Ismael se conocía y también a su ansiedad, así que se tomó el triple de la dosis indicada, sabiendo lo que pasaría. Su premonición cumplió su palabra, no cerró los ojos en toda la noche, esa dosis de elefante solo le sirvió para llegar mareado al hospital. Al recibirlo para la sedación antes de la cirugía, el médico orgulloso de su prescripción le dijo -se ve más tranquilo-.

Inició el ritual de despedirse, con tímidas lágrimas de su pareja y más profusas de sus padres, atravesar la puerta y abandonarse al cuidado de los demás, entregar su ropa y pudor, recostarse en la camilla, y ser conectado a una máquina que le infundiría sueño y paz; para después ser devorado por el tomógrafo y realizarle unas estocadas precisas en el tumor, el que entregaría sus más profundos secretos, y así evitar que lo consumiera por completo.

Tal vez fuese la tripe dosis de somníferos la noche previa, las más de veinticuatro horas sin dormir, o el idílico sueño de los opioides, pero Ismael durmió dieciocho horas continuas, su familia se preocupó, pero les explicaron que era algo esperable. Despertó algo aturdido, pero en condiciones para volver a casa, con algo de ayuda para vestirse y caminar lo subieron al auto. Escuchaba voces e intentaba responder, aun arrastrando la lengua, mientras todos en silencio lo observaban extrañados, hasta que su papá dijo -éste todavía anda en el viaje-, decidieron dejar a Ismael y su pareja en el departamento, para que se terminara de recuperar.

Abrió los ojos con un parche y dolor en el pecho, que solo le molestaba cuando respiraba, y mientras decidía qué hacer, miraba al techo y a la ventana, para darse una idea de que hora era.

Se levantó de la cama, y tras comprobar que, al poner los pies en el piso, todo iba bien, salió a la sala, donde su pareja, sumida en sus pensamientos y en la pantalla del teléfono, tecleaba afanosamente; sorprendida volteo a ver a Ismael.

-¿Cómo te sientes corazón? ¿Ya por fin volviste a la realidad? -le dijo con una mirada tierna.

Ismael iba a responder, pero sin que la boca de ella se moviera, escuchó “ah pero que pinche susto me dio”.

Intercambiaron impresiones de lo sucedido, mientras que todo parecía volver a la normalidad.

-Voy al súper por algo para comer, el refrigerador está vacío, y no quiero que pidamos comida rápida otra vez, no es bueno para tu salud.

Ismael sentado en el sillón asintió, y mientras ella tomaba las llaves del auto y se perfilaba a la puerta, en su cabeza escuchó claramente “ese Javier es un pan, ya tiene todo lo que le pedí que comprara, así que al menos tendremos unas dos horas”.

-¿Qué dijiste? -le preguntó Ismael.

-Nada amor, nos vemos en un ratito, descansa -y cerró la puerta.

Estaba confundido, ¿por qué escuchaba eso?, además con la voz de ella, pero estaba seguro de que lo que oía no salía de sus labios.

La preocupación y el largo sueño lo mantuvieron muy despierto, quería saber qué pasaba, seguro que estaba alucinando. Pero cuando el reloj marcó justamente dos horas después de que ella había partido, escuchó abrirse la puerta, se quedó sorprendido.

-¿Te sientes bien? -le preguntó cuando entró con las bolsas llenas de víveres, que dejó de inmediato en el suelo, para tocarle la frente- estás transparente, ¿te duele algo?, ¿te llevo al hospital?

-No, tranquila, estoy bien, solo me duele un poco la cabeza. ¿A ti como te fue en el supermercado?

-Bien, ya sabes filas para entrar, filas para salir, pero ya tengo todo lo de la semana. Siéntate un rato en lo que preparo algo para cenar.

Ismael esperaba escuchar algo más, pero se hizo el silencio en el departamento, y ella se puso a organizar las cosas. Silenciosa comenzó a preparar la cena, y tomó pasta para agregarla a la cacerola, ella dudó un segundo “ahora si, Javier me dejó con más hambre que con dos horas en el gimnasio, voy a poner un poco más, total, le digo que es su culpa y que me compense esas calorías extras en la rutina en el gym o cuando nos veamos”. Ismael observaba como agregaba más pasta a la cacerola, y ella sin abrir los labios, solo sonreía tímidamente.

La cena transcurrió sin otras voces en su cabeza, pero estaba más silencioso de lo habitual.

-Tranquilo corazón, vas a ver que todo saldrá bien con la biopsia, y nos vamos a curar de este tumor -le dijo regalándole una sonrisa.

Los días siguientes las cosas no cambiaron mucho, Ismael escuchaba la voz de ella, siempre confesando detalles de la relación que mantenía con su entrenador del gimnasio. Testimonio que solo él percibía, ya que los labios de ella jamás revelaron nada.

Después de la peor semana de su vida, que ella siempre atribuyó a la incertidumbre del diagnóstico, llegaron a la cita con el oncólogo para discutir los resultados de la biopsia y decidir el tratamiento.

Las noticias eran buenas, el tumor podía resecarse, con altísimas posibilidades de curación. Ella derramó dos lágrimas al escuchar la noticia. Ismael dudó de su reacción y guardó silencio, esperando escuchar algo en su interior, pero por tres segundos el silencio reinó. Así que pasaron a los detalles de la operación. Ya casi para terminar la consulta, Ismael le preguntó al doctor, si podían hablar a solas. Ella se sorprendió, y entendió lo implícito de la petición, así que, en silencio se levantó de la silla, y le dio un beso en la frente antes de salir del consultorio.

-Doctor, escucho voces, desde la biopsia, no todo el tiempo, pero siempre es el mismo tema, ¿es normal?, ¿es por el tumor? -le confesó Ismael.

El oncólogo le explicó que, algunas tumoraciones tienen manifestaciones atípicas, que podían incluir alucinaciones auditivas, aunque si era raro que estas alucinaciones tuvieran una estructura o tema.

Poco convencido, Ismael le agradeció, y mientras le estrechaba la mano, le pedía discreción, ya que nadie sabía de su atípica manifestación, y prefería no preocupar más a su familia.

El día de la cirugía, nadie podía ocultar la preocupación de que le fueran a quitar un tercio del pulmón derecho. Él se esforzaba por corresponder al cariño con que ella lo trataba, parecía genuino, pensaba para sí.

Al despertar en su cuarto, las luces, y el ruido de los monitores lo espantó. A las pocas horas, entraron a la terapia intensiva uno a uno sus familiares, dándole la buena nueva, todo había salido bien. Cuando ella entró por fin, él solo veía sus labios y lo que escuchaba coincidía. Al paso de los días, el silencio en su cabeza se hizo perenne.

Ismael pensaba que tal vez por la gravedad de la cirugía, ella había dejado de ver temporalmente a Javier. Así qué, cuando lo dieron de alta y volvieron al departamento, esperaba volver a escuchar los detalles de su infidelidad. Extrañamente, esa voz sin labios no volvía.

Su mejoría era admirable, los estudios demostraban que estaba curado. Lo que a Ismael le preocupaba, era la sonrisa de ella cuando ocasionalmente agregaba más pasta para la cena, su cronométrica estancia en el supermercado, y la felicidad con que volvía del gimnasio.

Ismael lo sabía, y sus amigos siempre lo habían confirmado, envidiosos le decían, que era afortunado de tenerla, y de cómo lo trataba, se había sacado la lotería.

Al final la vida le había dado una segunda oportunidad al curarse del cáncer, y la había puesto en su camino.

Y vivieron felices...

Bonus track

Todo lo escrito, salvo que se indique su autoría es ideado y escrito por Norberto Carlos Chavez Tapia, bajo la licencia de creative commons CC BY-NC-ND 4.0.
A menos que se indique lo contrario todo lo expresado en este blog/newsletter es ficción, cualquier semejanza con la realidad es una coincidencia.