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#Dia del trabajo

Ser camarera y que te miren el culo solo porque lleves unos pantalones un poco ajustados.

Hoy es Primero de mayo, Día del Trabajo y los borrachos me miran el culo, me miran las piernas, me miran las tetas.

Llevo ya así un buen rato, casi desde que empecé mi turno. Mi jefe me mira desde la puerta como diciendo: mejor no digas nada, estamos haciendo una buena caja, mientras da una calada al cigarro.

Me pagan una mierda y no puedo hacer otra cosa salvo mirar para abajo en dirección a la bandeja, donde sirvo tristes gintonics o cosas peores, tratando de no perder el equilibrio mental y físico.

Que sepas que los pantalones que llevo son del Primark porque no me puedo permitir otros, y casi siempre son los mismos.

Pero sí, me quedan que te cagas.

Anochece y casi no queda nadie en las mesas de la terraza: solo ese grupo de borrachos que no deja de mirarme y de pedir más y más. Estoy excediendo de sobra mi horario de trabajo.

Vamos a apagar las luces del bar porque ya no hay nadie, les digo.

Hay uno de ellos bastante guapo. Es uno de los que más me mira, de arriba a abajo. Se queda solo. Sus amigos se han ido a otro sitio, seguramente a seguir hablando de cómo se integran las islas en sus cocinas nuevas o de cómo instalar los puntos de luz en sus habitaciones.

Voy y le muestro la cuenta:

Chico, vamos a cerrar, lo tuyo son 27,50.

El resto está pagado.

Le guiño un ojo. No sé por qué lo hago. Quizá es un tic.

O un toc.

Gracias guapa, me sonríe de forma amable y seductora. ¿Puedo preguntarte dónde vas ahora?

Me sigue mirando: esta vez a las tetas, y eso que las tengo pequeñas, casi invisibles.

Le digo que me tengo que ir a casa, que mañana trabajo otra vez muy temprano. Me mira las piernas, otra vez. Las tengo hinchadas, doce horas de pie no son ninguna fiesta.

Le digo que si le apetece pasar dentro un momento .

Ya no queda nadie, ni el cabrón de mi jefe.

Está todo oscuro, apenas algo de penumbra, las luces de emergencia y algunas luces de las alarmas que parpadean

Miro su cara de cerca: es muy guapo y tiene ojos verdes, el pelo rubio y media melena. No tiene cara de mala persona.

Miro debajo de la barra. Hay un cuchillo de los que usamos para cortar jamón.

Le cojo de la cara, le miro, le doy un beso y le rebano el cuello.

Sangra rápidamente con pequeñas gotas de esperma, soberbia y estupor.

Lo recogeré todo con calma mañana, cuando tenga que abrir de nuevo la verja a las ocho de la mañana.

Feliz Día del Trabajo.


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