Muy listo

En algún sitio leí que en Japón existía antiguamente la costumbre de no alabar a los niños, para no atraer a espíritus malignos que pudieran querer robarlos. No tengo ni idea de si es verdad, pero sé que si ahora tuviera un niño, nunca jamás le diría que es muy listo.

Estoy francamente harta de algunos de mis amigos muy listos. Los listos es que somos un poco como los enanos de Monterroso: nos reconocemos a primera vista (algunos llevan el carné de Mensa en la boca, lo que desde luego ayuda bastante). Sí, los niños muy listos nos juntamos a menudo con otros niños muy listos: puede ser una atracción mística o el trauma compartido, pero ahí está. Cuando te quieres dar cuenta, estás rodeada de gente muy lista, y es un poco insoportable.

Criarse siendo un niño muy listo deja secuelas. Se parece un poco a ser muy maduro para tu edad, solo que (normalmente) tarda más tiempo en pasársete y (normalmente) te expone menos a los depredadores sexuales. Pero te marca. Cuando eres pequeño, es la típica cosa que no te granjea muchas amistades; pero más adelante, con que además de ser muy listo tengas un poco de desparpajo, te puedes hacer bastante popular. Es entonces cuando, a lo mejor, te acabas creyendo que ser muy listo es una personalidad.

Todas estas cosas se van pasando con la edad, excepto cuando no. Cuando no, tienes gente (a quién quiero engañar: tíos) de cuarenta palos con la que es imposible tener una conversación. Convencidos de que ser muy listo tiene algún tipo de mérito más que, por ejemplo, tener los ojos azules, convierten cualquier encuentro con ellos en una sucesión de posecitas para situarse en el ángulo perfecto en el que se vea que, en efecto, tienen los ojos más azules del lugar. Y yo, sentada en la silla de enfrente, tratando de conectar de alguna forma con la persona que tengo enfrente, me desespero. A veces considero seriamente la posibilidad de llevar encima copias impresas de un posible certificado de ser Muy Listo, para firmarle oficialmente a esa persona que es Muy Listo, Listísimo, sin ninguna duda mucho más listo que yo, ¿y podemos pasar ya a la parte de hablar como seres humanos?

En esas ocasiones se me ocurre una idea mucho más desoladora: todos mis recuerdos de haber conectado realmente con esta persona, ¿existieron? ¿O no fueron más que un espejismo masturbatorio? ¿Esa conexión... no era más que el reconocimiento mutuo de que éramos muy listos?