La colina de la luna

Y subieron juntos la colina de la luna, cogidos de la mano en fervoroso silencio.

En la cima, se sentaron junto al tronco del viejo cerezo, sus espaldas contra la callosa corteza, cerraron los ojos y suspiraron.

El frío gélido de la noche les acogió en sus brazos mientras miraban la luna, blanca, majestuosa, redonda,

preguntándose por qué no habían subido antes a la colina de la luna, juntos, cogidos de la mano, en fervoroso silencio.


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