Sufrir el odio ajeno

Es complicado ponerse en la piel de otro, de otra. Hace unos días, uno de mis sobrinos y unos amigos fueron a Londres de turismo. Parece que todo fue razonablemente bien hasta que, al pasar el control de seguridad del aeropuerto a la vuelta, les retuvieron sin razón alguna. Perdieron el vuelo, claro. Y, mientras tanto, el personal se reía de ellos. Supongo que alguien puede pensar que quizá algo hicieron, que al fin y al cabo se trata de un grupo de veinteañeros llenos de tatuajes y probablemente con ganas de juerga (lo que, por otra parte, no justificaría nunca ningún tipo de abuso). Pero no creo que tenga nada que ver con esto, porque gente cercana con otros perfiles muy distintos ha tenido experiencias similares allí. Al final, es plausible pensar que tiene que ver más con el racismo que con cualquier otro tipo de sesgo.

Pensaba en esto cuando ayer terminaba de ver The Walk-In, la estupenda serie protagonizada por Stephen Graham que puede verse en Filmin. La serie, basada en hechos reales, cuenta la historia de Matthew Collins (periodista que militó en su juventud en partidos de ultraderecha y que después pasó a ser militante antifascista y a escribir en Hope not Hate) y Robbie Mullen, miembro de la organización (ilegalizada) de ultraderecha National Action. La serie cuenta todo el proceso de inmersión de Mullen en la organización, así como su decisión de delatar a sus compañeros cuando conoce que uno de sus compañeros va a asesinar a una diputada y a una inspectora de policía. Entre los acontecimientos narrados por la serie aparece, entre otras agresiones, el asesinato de la parlamentaria Jo Cox, que supuso un punto de inflexión para la consideración de algunas organizaciones de ultraderecha del país como organizaciones terroristas.

En fin, me preguntaba si el racismo y la xenofobia de baja intensidad que probablemente sufrieron mi sobrino y sus amigos no son condición necesaria para los actos de extrema violencia que vienen después. No tengo la respuesta, pero mi intuición me dice que puede haber alguna relación entre ambos. Por otro lado, una lección en toda regla, aunque muy desagradable y que no debía haberse producido, para el grupo de jóvenes, que pudieron sufrir en sus propias carnes el odio ajeno. ¿Habrán sacado las conclusiones adecuadas?