Lo que sabemos sobre los demás y lo que saben de nosotros

Esta semana he podido saber algo muy relevante acerca de la situación personal de uno/a de mis estudiantes que me ha llevado a pensar en lo poco que conocemos de la vida de gente con la que pasamos tanto tiempo durante tantos años. Reconozco que, en mi caso, es algo buscado, porque no me gusta demasiado tener mucha cercanía con nadie, y mucho menos si esa cercanía implica aspectos emocionales (quizás esa es la razón por la que no tengo amigos íntimos y por la que tengo la impresión de que nadie me conoce realmente).

Me pregunto cuántos de los conflictos que surgen en el entorno laboral no desaparecerían si supiéramos algo más acerca de las circunstancias personales de nuestros colegas o, en el caso de los docentes, de nuestro alumnado. Estoy convencido de que eso nos llevaría a tratarnos mejor y a ser más comprensivos con el otro cuando se dieran ciertas situaciones complicadas o incluso conflictivas. No soy tan optimista como para pensar que los problemas desaparecerían, pero sí creo que el mero hecho de reducir su número sería ya una mejora importante.

En fin, a pesar de lo que acabo de escribir, sigo preguntándome hasta qué punto es conveniente dar información sobre nuestra situación personal a quienes nos rodean en el ámbito laboral. Para quienes no nos sentimos muy cómodos en las distancias cortas, dar o recibir información personal o emocionalmente relevante es, cuando menos, extraño, y a veces incluso algo violento. Y me sigo preguntando por qué.