Las interfaces también avanzan

Me gusta observar cómo usan la tecnología las personas mayores, más que nada para ver las carencias que suelen tener las interfaces y que ocasionan no pocos problemas de uso. Suele ser habitual ver cómo personas más jóvenes intentan explicarles usos comunes mientras pierden la paciencia porque creen que los mayores (y ellos mismos) han nacido con la interacción aprehendida.

El caso es que, lo que nos parece trivial, a los mayores se les hace un mundo. Conozco a unos cuantos a los que no se les hace nada intuitivo asociar el verde a descolgar y el rojo a colgar. No saben si tienen que dirigir el dedo hacia la derecha, hacia la izquierda, hacia arriba o hacia abajo. Tampoco saben diferenciar entre el tacto suave o apretar la pantalla como si no hubiera un mañana. Esto me recuerda a la gente que pasó de la máquina de escribir al teclado de ordenador; el sonido del aporreo violento de la tecla intro todavía resuena en muchos lugares.

El caso es que, como mi padre ya casi se ha olvidado de usar un teléfono, pensé que lo mismo le vendría bien uno de esos móviles de teclas grandes y pocas funciones, al estilo de los Nokia de los 2000. Le he quitado la función de datos, así que solo lo usa para llamar y para recibir sms; nada de mensajería instantánea ni acceso a webs.

Estuve buscando, y el que más me convenció fue el Tokvia T102. Tiene teclas grandes, una pantalla pequeña que solo muestra lo que debe mostrar, un volumen alto de tono, una agenda simplificada con números favoritos, y un botón de SOS en la parte trasera. También tiene una pestaña física con la que se pueden bloquear los botones. Me convenció y lo compré.

Maremeua (expresión que indica sorpresa máxima).

Para empezar, el botón de SOS en la parte trasera, tan accesible, resulta tan peligroso que he tenido que bloquearlo. Es un caramelito. Si coges un teléfono y notas que detrás hay una parte que se hunde, vas a pulsar ese botón las veces que te sea posible. Es divertido.

Es verdad que tiene las fuentes grandes y se ve muy bien el número de teléfono que estás marcando, o con el que estás hablando... Hasta que quieres acceder a la agenda, o a cualquier otra función de las que tiene el cacharro.

La parte de arriba del teclado tiene, en sus extremos, esas dos teclas marcadas con el símbolo de restar “–”, que permiten seleccionar la opción deseada que aparece en la pantalla. Es decir, en la parte inferior de la pantalla aparece un pequeño símbolo que indica la opción que abrirá el botón que está situado en la parte de arriba de la botonera.

Un símbolo pequeño. Para gente mayor que, casi seguro, tiene problemas de visión.

Ahora hazle entender que primero debe mirar la pantalla para saber qué opción desea, que traduzca el símbolo y que pulse el botón correspondiente.

Y en cada pulsación, la opción del botón cambia.

Entre los botones “–” y los de descolgar y colgar, hay otros dos de arriba y abajo. En un momento dado, le puedo enseñar que permiten moverte entre las opciones de un menú. Pero cuando ese menú puede acceder a submenús, ¿qué botones realizan esa acción de desplazamiento lateral? ¿Los botones “–”? ¿Los de descolgar y colgar? ¿Los de volumen? El problema de la duda es que, por Murphy, vamos a tocar la tecla que no es y volveremos al principio, o la persona mayor seguirá tocando botones creyendo que sigue avanzando.

Debajo de estos botones, hay una fila con tres botones: “M1”, uno que tiene una imagen de una cámara barra un altavoz, y el último, “M2”.

¿Qué son M1 y M2? Vale, son personalizables. Pero la persona mayor no se va acordar del uso grabado. M1 y M2 no dicen nada, solo cumplen su labor cuando se les pulsa. Y entonces puede ser demasiado tarde.

¿Y la cámara barra altavoz? Bien, la cámara se activa cuando pulsamos. ¿Y el altavoz? Yo puedo saber que sirve mientras estás en medio de una llamada, pero la persona mayor no lo asocia, y suelen evitar mirar el teclado mientras llaman porque el teléfono no sirve (servía) para otra cosa mientras estás llamando.

Al final, el uso intuitivo que me prometían ha sido ineficaz. Las interfaces táctiles son mucho más intuitivas si se diseñan con cuidado. El problema es que nunca se diseñan así.

Creo que para las personas mayores, se podría simplificar aún más la interfaz. Pensando en que ya tienen muy interiorizado el hecho de que el móvil sirve para llamar y poco más, ¿no tendría más sentido hacer los botones más grandes incluyendo texto dentro? Sería mejor dibujar una fila de botones que ocuparan el ancho de la pantalla.

Un primer botón, verde, con el texto “llamar”. Arriba se puede poner el espacio donde se verá el número al que se está llamando. Debajo de este, se pueden poner los contactos más utilizados y, al final, un botón que ponga “Abrir la agenda”.

Cuando se esté en una llamada, se podría poner un botón rojo con letras muy grandes “Colgar”. Que se vea bien, que sea fácil de tocar. Debajo se puede dibujar una rejilla con los números visibles, por si en la llamada hay que pulsarlos.

En definitiva, un interfaz pensado para gente mayor, que sea táctil, por lo intuitivo que resulta, pero que muestre la información necesaria para que se pueda ver lo que hace cada botón, eliminando las opciones adicionales que, casi seguro, no van a utilizar, y acompañándoles en cada acción. Muestra solo una cosa, la que sea importante, y sé predictivo para orientar la interfaz a sus necesidades.

Hemos avanzado en las interfaces; las táctiles son mucho más intuitivas, pero aún creemos que las diseñamos para nativos tecnológicos (alias, las personas que pueden acceder a la tecnología. Spoiler: hay más gente que no puede acceder y es víctima de nuestra prepotencia). Estamos eliminando de la ecuación a mucha gente que no adopta la supuesta comodidad de los avances tecnológicos, y parece que nos los queramos quitar de encima, solo porque no comprenden qué acción aporta un símbolo dibujado en pocos píxeles.

Si no lo entendemos, tan solo debemos pensar que, en unos años, seremos nosotros los que aporreemos el cacharro de turno porque seremos incapaces de utilizarlo.


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