Ataque de ira rural

La vida en el pueblo era apacible, en el ambiente se podía respirar la rutina. Primero se respira el Purin de la granja de cerdos que es más intenso claro, pero después se respira la rutina.

La media de edad es de setenta años, tampoco ayuda el hecho de que en invierno vivan treinta personas… en verano también, pero por alguna razón en otros pueblos se distingue entre los habitantes que hay en invierno y los que hay en verano. Antes si había diferencia, incluso llegó a haber centenares de habitantes en verano, todo comenzó con la partida de Domino y con el señor Mariano claro.

Mariano era un señor tranquilo, alegre y confiado. No han muerto, si le preguntamos a él… si os atrevéis a preguntarle a él, ahora es un hombre nervioso que vive en estado de cabreo continuo y con una mala leche que ni una cabra después de comer setas alucinógenas.

Un verano, para ser más exactos el último verano en que el pueblo fue un pueblo normal, llegó como siempre el tráiler de la orquesta que iba a actuar en las fiestas mayores. Eran la banda del nieto del Eusebio, el hijo del estanquero cuando había estanco en el pueblo. De hecho el nunca trabajo en el estanco, las malas lenguas dicen que nunca ha trabajado… y las buenas también. Vive de las rentas de su familia. La cuestión es que el nieto del Eusebio (nadie conoce su nombre, todos dicen «este es el nieto del Eusebio» y como él no añade su nombre a continuación con eso se queda). Se casó y tiene dos hijos y la mujer ya no le deja pegarse todo el verano yendo de pueblo en pueblo, de fiesta en fiesta actuando con los amigotes.

En su lugar metieron a un chaval muy delgado, muy alto, con muchos tatuajes y ropa muy ajustada que no sabía hablar sin gritar, aunque en este caso, rodeado de octogenarios era una ventaja. Después de preparar todo el equipo y comprobarlo fueron al bar del pueblo a tomar algo y conversar con los parroquianos.

En realidad no había ni hay bar en el pueblo, es el corral del Anselmo que cuando se quitó las ovejas colocó suelo de madera, mesas y ahí iba la gente a tomar cecina, tocino vino y anís. Cuando se acercaba su hermana también tenía queso de cabra.

Y como cada tarde ahí estaba la versión tranquila de Mariano, espero que no os hubieseis olvidado de él. Siempre llevaba un termo lleno de infusión de manzanilla y lo bendecía con el anís seco del Anselmo, bendecido todo sabe mejor solía decir cuando procedía a hacerlo.

Ahí entraron todos los de la orquesta y, por ende, el chaval nuevo muy alto, muy delgado, con muchos tatuajes y ropa muy ajustada.

-¡Abuelooooooo! ¡Cerveza bien fríaaa! Sus amigos palidecieron, cayeron en la cuenta que no habían instruido a su nuevo camarada. -Cecina, tocino, vino y anís es lo que tenemos. -Respondió el Anselmo chirriando los dientes.

Lo que sucedió a continuación fueron muchas cosas a mucha velocidad. Resumiéndolo el joven muy alto, muy delgado con muchos tatuajes y la ropa muy ajustada que siempre hablaba a gritos comenzó a gritar aún más diciendo que vaya mierda de bar y de pueblo. El Anselmo le dio un tortazo que lo sentó en el suelo diciendo que él sí que era una mierda y que su pueblo era maravilloso. El Pascual, que estaba jugando al dominó con el Mariano se levantó emocionado gritando que hacía mucho que no tiraban a nadie al Pilón. Al levantarse tiró las piezas del dominó justo cuando el Mariano estaba a punto de colocar su última pieza y ganar la partida, algo que nunca antes había sucedido.

El Pascual ya había agarrado del cuello con su mano de oso al joven muy alto, muy delgado, con muchos tatuajes y ropa muy ajustada que gritaba y pataleaba sin lograr nada. Sus amigos estaban muy ocupados revisando los mensajes en sus móviles y no parecían enterarse de lo que sucedía a escasos dos metros de ellos con su amigo. Sin embargo lo más aterrador era el Mariano, permanecía sentado, con su última pieza en la mano, mirando hacia donde debería haber estado la mesa con las piezas colocadas de la partida de Domino que estaba a punto de ganar…. Y no había nada. La mesa estaba tirada a su lado y las piezas desparramadas a su alrededor.

-¡Más jodio la partida malandrín! -Gritó tras un rato cuando el Pascual ya lo sacaba a rastras a la calle. -Calma Mariano, lo tiró al pilón y ahora jugamos otra. -¡Más jodio la partida malandrín! -Repitió- ¡y la iba a ganar! -Venga hombre, si eres más malo que arrancado Mariano, no más ganao nunca.

Ese fue el punto exacto en que Mariano dejó de ser el Mariano que todos conocíamos. Lanzó un prologado aullido, salió corriendo y regresó al cabo de un rato con su tractor, su remolque cisterna de purines y roció el escenario, el equipo, y a los miembros de la banda mientras gritaba como un poseso que no se les ocurriese volver… Y no volvieron ellos ni nadie.

El hedor en el pueblo era insoportable, los niños vomitaban, los padres vomitaban, se pegó el olor en la ropa, en los coches, en el pelo de las mascotas…. Cientos de litros de purines recorrían la plaza del pueblo y se escurría por todas las calles.

Todo el mundo contó ese ataque de ira, el panadero que recorría todos los pueblos para vender su mercancía contaba una versión distinta en cada pueblo, lo cual hizo que al final del día Mariano fuese un Ninja acróbata que dio una paliza a toda la banda. Nadie se lo creía claro, pero la versión original también costaba creerla.

Lo que sí era innegable, es que el pueblo apestaba a purines.