De Lobos a Héroes: La Deuda Eterna que Tenemos con los Perros

En el principio fue el lobo: aquel que eligió acercarse a nuestras fogatas en lugar de cazarnos. Con ese primer paso nació un pacto ancestral. Nos enseñaron a proteger el grano de las plagas, a guiar rebaños bajo tormentas, a custodiar aldeas mientras dormíamos. Sus ladridos fueron nuestros primeros sistemas de alarma; sus colmillos, sables vivientes contra la oscuridad.

Los siglos pasaron, pero su lealtad siguió tallando nuestro mundo. Hoy, sus descendientes huelen tragedias enterradas en escombros, devuelven la luz a quienes perdieron la vista, calman tormentas internas que ni los médicos ven. Un perro no es un “animal”: es un puente peludo entre el dolor y la esperanza.

Nosotros les dimos croquetas y collares. Ellos nos dieron civilización.
¿Cómo pagar una deuda así? Quizá recordando que no son mascotas, sino herederos de héroes. Que cada caricia sea un tributo, cada paseo un homenaje. Porque en sus ojos dorados sigue brillando la misma promesa que sus ancestros susurraron al fuego:

“Mientras tú cuides el mundo, nosotros cuidaremos de ti”.

Adoptar, amar, honrar.

No es caridad: es justicia peluda.


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