Un trozo de Anarres

Un blog libertario heterodoxo

Lead by Example

I’ve lost count of the times I’ve been told that my boycott of Israel-related products—my small protest against the genocide in Gaza—”won’t work.” People in many struggles hear the same thing: prison abolitionists, climate defenders, animal welfare advocates. Your actions are pointless. Nothing will change.

But our actions are the only ones we can truly control. And when we act with consistency, we do more than ease our conscience — we signal to others that change is possible, and we make it easier for them to join in. Movements aren’t born fully formed; they grow from the visible, everyday acts of people who refuse to be complicit.

The best way to achieve something is to act toward it, even when the result isn’t guaranteed. The best way to inspire others is to live our principles, not just speak them. This is propaganda by the deed: letting our lives be the message, showing the world the kind of future we’re willing to build.

Whether it’s refusing to buy goods made with prison labor, choosing plant-based food to avoid funding animal cruelty, or boycotting companies complicit in oppression, each act is a thread in a wider fabric of resistance. Alone, it might seem too small to matter — but together, these threads weave the banners movements march under.

And maybe, even if we can’t change the world, we can make sure the world doesn’t change us.

The Manifesto for a Free Software Civilization

In defense of agency, dignity, and the time of every human being.

I. The Premise

We are no longer passive users of tools. We live through software—in our thoughts, our labor, our communication, our art. And yet, in this most human realm, we have allowed black boxes to take over.

We live in a world where most people:

Do not control the tools they rely on.

Cannot understand or inspect the programs shaping their daily life.

Are forbidden from sharing or improving those tools.

Waste time navigating systems designed to extract rather than serve.

This is not accidental. It is the architecture of proprietary software—a regime that denies basic technological dignity.

II. The Moral Claim

We affirm:

That every person has a right to use, study, modify, and share the tools they depend on.

That withholding that right is a form of digital coercion.

That designing systems which waste users’ time, deny transparency, or lock people in, is an offense against human decency.

That agency—the power to act with understanding and control—is not a luxury, but a foundational ethical right in the digital age.

That time, once spent, cannot be reclaimed—and stealing it by design is among the most dishonest and degrading acts a system can commit.

III. The Political Claim

We demand:

That all software used in public institutions be free software, accountable to the people it serves.

That free software be recognized as the only democratic foundation for digital infrastructure.

That laws protecting monopoly and surveillance under the guise of “intellectual property” be repealed, challenged, and disobeyed when they violate the right to technological self-determination.

That free software ecosystems be fostered and funded as a matter of public interest and international justice.

IV. The Economic Claim

We assert:

That free software is not the enemy of sustainability—it is the basis for ethical economies where people are paid for support, development, and training, not for permission to use what already exists.

That digital monopolies are built on artificial scarcity and extractive licensing—not value creation.

That a free software world does not destroy livelihoods—it redistributes power and possibility, rewarding transparency, contribution, and actual service.

V. The Cultural Claim

We believe:

That technological freedom is cultural freedom.

That people must not only be able to use their tools but to adapt them to their languages, their communities, and their needs.

That when we share knowledge freely, we unleash creativity, local resilience, and social cooperation.

That free software is a commons of time and knowledge—a cultural heritage that must be defended and expanded.

VI. The Vision

We work toward a world where:

Every software system is inspectable, modifiable, and shareable.

People are never forced to surrender agency to use a computer, a phone, or a state service.

Systems do not steal time, but respect it—by being efficient, open, and under the user's control.

The future of humanity is not decided by private code behind closed doors, but by transparent cooperation across borders.

VII. The Call

This is not merely a technical issue.

It is a matter of dignity. Of freedom. Of respect for human time.

We call on:

Developers: to release your code and liberate your users.

Citizens: to demand software you can understand and trust.

Educators: to teach free systems that teach in return.

Governments: to serve with tools the people control.

Workers: to organize for freedom on your digital shop floor.

All people: to reclaim the digital world as a commons, not a cage.

A final word

To withhold freedom in the digital realm is to cripple freedom in life itself. To waste another’s time through coercive tools is to rob them of life. To deny someone control of their tools is to deny them autonomy.

We will not comply with unjust code. We will not build with chains. We will shape the future with shared hands, open eyes, and free tools.

Long live free software. Long live human agency. Long live the dignity of time.

Además de su función en la explotación económica de los trabajos creativos, el copyright y las patentes también pretenden proteger la autoría y la integridad de las obras. Sin embargo, sostengo que es posible garantizar esto incluso sin copyright y que, de hecho, el copyright no contribuye a esta protección en absoluto. Para analizar esto, primero es necesario describir los tipos de ataques que pueden comprometer la autoría y la integridad de una obra, así como las motivaciones detrás de ellos.

El ataque más común es el plagio, es decir, la publicación de un texto ajeno sin reconocer al verdadero autor, pudiendo incluso cambiar el título para ocultar su origen. La principal motivación es desviar el reconocimiento (económico o reputacional) que podría haber recibido el autor original hacia otra persona. Es importante notar que esto no implica necesariamente que el autor original hubiera obtenido ese reconocimiento, ya que no hay garantía de que quien accede a una copia alterada hubiera encontrado la original.

Otro tipo de ataque es el inverso: mantener la acreditación de autoría pero modificar el contenido. En este caso, el objetivo no es apropiarse de la reputación ajena, sino dañarla. La motivación puede ser la difamación deliberada, ya sea por animadversión personal o como estrategia para minar la credibilidad del autor y posicionar una obra propia como alternativa legítima.

Un tercer ejemplo de ataque a la integridad de la obra, más particular quizá, sería la apropiación indebida de autoría, es decir, atribuirse la autoría de un libro ajeno publicándolo bajo otro nombre. El objetivo de esta acción sería claramente capitalizar la reputación de un autor más conocido para aumentar los ingresos que podría recibir el autor real de la obra.

Bien, ¿por qué podría ser que estos ataques a la autoría, como el plagio y la difamación, no necesiten de los derechos de propiedad intelectual para ser adecuadamente gestionados en la sociedad? En primer lugar, el plagio puede verse como una estafa, donde el plagiador engaña a quienes adquieren una obra, y estos, como víctimas del fraude, tienen derecho a exigir compensación. Si así lo desean, también podrían destinar parte de esta compensación al autor original. En cuanto a la difamación, el hecho de modificar una obra para dañar la reputación de su creador puede ser abordado legalmente como un delito contra el honor, permitiendo la reparación del daño causado al autor. Cubriendo por último la apropiación indebida de autoría, en este caso, el problema no es la falta de copyright, sino el engaño cometido contra los lectores y, potencialmente, contra el autor real. Este tipo de fraude puede abordarse con mecanismos legales ya existentes que sancionan la estafa y la usurpación de identidad, sin necesidad de recurrir a derechos de propiedad intelectual.

De este modo, podemos ver que los sistemas legales ya cuentan con herramientas suficientes para abordar y sancionar estos ataques sin necesidad de recurrir al copyright. Sin embargo, el verdadero reto es garantizar que los textos, en su integridad, se mantengan accesibles y claros, y aquí es donde el copyright, en lugar de ayudar, puede convertirse en un obstáculo. A continuación, exploraré cómo la proliferación de copias y el acceso público a las versiones originales de los textos, más que el control restrictivo sobre las copias, puede ser un mecanismo más eficaz para detectar y corregir manipulaciones y errores en los contenidos.

Todo texto es, en esencia, un mensaje del autor al lector, materializado en un medio (impreso, manuscrito o digital) y transmitido a través de un canal que involucra a distintos agentes en la producción y distribución de cada copia. Podemos entender los dos casos antes citados como la manipulación del mensaje, o, en términos más técnicos, como la introducción de ruido en el canal de comunicación.

En esencia, tanto el plagio como la difamación son formas de distorsión que pueden proliferar si se mantienen en la oscuridad, es decir, si el acceso a la información sobre su origen es limitado o si los afectados no tienen medios para exponer la falsedad. Por norma general, cuando estas irregularidades son descubiertas, se genera una reacción social que tiende a frenar su circulación.

Esto ocurre de dos maneras principales: 1. Por abstención de quienes podrían distribuirlas: Cuando se identifica una obra plagiada o manipulada, distribuidores y plataformas pueden optar por no seguir difundiendo el contenido falso, ya sea por razones éticas, reputacionales o incluso por temor a ser cómplices de un engaño. 2. Por rechazo moral de los lectores: Si una audiencia detecta que un texto ha sido plagiado o alterado de mala fe, puede elegir no consumirlo y advertir a otros sobre su falsedad, reduciendo así su impacto.

Un ejemplo histórico de esto es la transición de la escritura a mano a la imprenta. Durante la época de los escribas, los errores de copiado, tanto fortuitos como malintencionados, proliferaron a lo largo y ancho de Europa, en tanto que en los distintos centros de saber, había pocas copias para cotejar y corregir dichos errores. Sin embargo la aparición de la imprenta multiplicó el número de copias que había, de modo que las colisiones entre versiones se hicieron más palpables y fueron corregidas, quedando los textos estandarizados de manera progresiva[EIS79,pp108-9]. Este hecho resultó tan significativo que David Hume lo calificó como la ventaja diferencial de la imprenta respecto del método tradicional[EIS79,p112].

Otro ejemplo lo vemos en cómo la imprenta modificó la educación en Europa. Previamente a su aparición, la forma de dar clase consistía en que el profesor dictaba y los alumnos copiaban a mano lo que el profesor dictaba. En este contexto, las desviaciones con respecto al texto constituían una alteración de la información y el profesor que lo hiciera era multado[EIS79,p524]. Con la aparición de la imprenta y la estandarización de los textos, este rol del alumno como mero transmisor del conocimiento dejó de ser necesario, pasando este a ser un generador de conocimientos[EIS79,p291].

Este principio se puede observar también en tecnologías modernas como, por ejemplo. Bitcoin. Bitcoin es un sistema que mantiene la integridad de su historia de transacciones sin una autoridad central. Esto se debe a la replicación de información en múltiples nodos, lo que hace que cualquier intento de manipulación de datos quede inmediatamente expuesto. De manera análoga, la proliferación de copias de un texto permite detectar manipulaciones o alteraciones en su contenido sin necesidad de restricciones artificiales como el copyright.

De este modo, queda demostrado que la proliferación de copias es un mecanismo suficiente para detectar y corregir alteraciones en los textos, ya que permite la comparación entre versiones y la identificación de discrepancias. En este contexto, el copyright no contribuye a este proceso, dado que su propósito no es fomentar la reproducción de copias sino, en todo caso y de manera discutible, incentivar la producción de nuevas obras. De hecho, al restringir la libre circulación de copias, el copyright puede dificultar la detección y corrección de errores o manipulaciones, convirtiéndose más en un obstáculo que en un aliado para la preservación de la integridad y autoría de los textos, y facilitando la proliferación de distorsiones al restringir el arma más efectiva contra ellas: la libre verificación de la información.

Bibliografía: EIS79 – EISENSTEIN, ELISABETH L – The Printing Press as an agent of change Volumes 1 and 2. Editado por Cambridge University Press. 1979 (impresión 2005)